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martes, 6 de febrero de 2018

Matutina de Menores : Febrero 6 , 2018

Pequeñas fábricas de comida


     Recordaré las maravillas que hizo el Señor en otros tiempos, Salmo 77: 11.



Me sorprende la inmensa variedad de las formas y los tamaños de las hojas. Pueden parecer agujas de coser, manos humanas, flechas y plumas. Una de las hojas más pequeñas conocidas mide como 15 milímetros de largo y pertenece a las lentejas de agua australianas, que crecen en estanques. En cierta ocasión que viajaba por Sudamérica vi la enorme Victoria regia, un lirio de agua gigantesco cuyas hojas flotantes miden 40 centímetros de diámetro. Las hojas de algunos árboles de plátano miden tres metros de largo y uno de ancho. Las gunneráceas tienen hojas como sombrillas que miden hasta tres metros de diámetro, y existe una palmera cuyas hojas alcanzan siete metros de largo y uno y medio de ancho. Las hojas de las palmeras rafias pueden medir hasta 15 metros de largo.

Todas las hojas tienen una característica en común: son las fábricas de comida de las plantas. Cuando el Creador cubrió los árboles con hojas, colocó una pequeña fábrica de comida en cada hoja. Hasta la aguja de pino tiene una pequeña fábrica de comida en su interior. Las hojas usan dióxido de carbono y agua para elaborar alimento, que provee energía. Así las semillas pueden brotar, las flores florecer y las frutas, formarse. Estas fábricas de comida funcionan a base de energía solar; usan el sol y la clorofila para fabricar azúcares a partir del y el dióxido de carbono.

Dios creó en nuestro interior una pequeña fábrica que provee a nuestros cuerpos de energía. El cerebro produce impulsos para los nervios, que estimulan a los músculos, que a su vez nos permiten realizar todos nuestros movimientos. Dios nos dio nuestro cerebro, y un buen modo de cuidarlo es exponerlo a las grandes lecciones que nos enseña el mundo natural del Señor. Elena G. de White escribió: «La belleza de la naturaleza, por sí misma, aparta el alma [la mente] del pecado y de las atracciones mundanas, y la lleva hacia la pureza, la paz y Dios» (Consejos para los maestros, p. 178). Si la luz de la Palabra de Dios penetra nuestras mentes y las llena de cosas buenas, tendremos la oportunidad de vivir para siempre. Oremos para que Dios nos ayude a meditar en las cosas buenas y preparamos para la eternidad.

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