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lunes, 5 de febrero de 2018

Matutina de Adultos : Febrero 5, 2018

Mi esperanza es Cristo Jesús


«Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios». Salmo 146: 5


CUANDO ELENA G. DE WHITE ESTABA EN AUSTRALIA, enfermó gravemente. Mientras estaba enferma, escribió: «Cuando el dolor se me hacía casi insoportable, miraba a Jesús y oraba fervientemente, y él estaba junto a mí, y la oscuridad desaparecía para dar paso a la luz. El aire
mismo parecía tener una agradable fragancia. iCuán gloriosa lucía la verdad! iCuán elevadora! Podía descansar en el amor de Jesús. El dolor seguía presente, pero la promesa: “Bástate mi gracia”, era suficiente para sostenerme. Los dolores más agudos parecían convertirse en paz y reposo. En la noche, durante horas he tenido una dulce comunión con Dios. Mi mente parecía estar iluminada. No tenía disposición para murmurar ni quejarme. Jesús era el motivo de mi esperanza, gozo y ánimo» (Afin de conocerle, p. 285).


Si Cristo es nuestra esperanza, ¿por qué entonces no lo buscamos? ¿Por qué no confiamos plenamente en sus promesas de salvación? Solamente en él tenemos seguridad. Solo él trae paz al corazón. Es Jesús el que puede rescatarnos del pozo en que ha caído nuestra vida; él sacia nuestra sed, nos llena de favores y de misericordia. El apóstol Pablo nos invita a poner «los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12: 2). No importa cuán profundo hayamos caído, él puede levantarnos y fortalecernos. iÉl es el Dios de la esperanza!

La vida de Job estuvo marcada por la esperanza. Este hombre era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, pero su confianza fue duramente probada. Dios permitió que Satanás pusiera a prueba su esperanza. Al perderlo todo, Job exclamó: «Jehová dio y Jehová quitó: iBendito sea el nombre de Jehová!» (Job 1: 21). Él jamás atribuyó a Dios la culpa de su pérdida y su sufrimiento. Expresó su esperanza con estas bellas palabras: «El árbol, aunque lo corten, aún tiene la esperanza de volver a retoñar, de que no falten sus renuevos. [. . .] Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios» (Job 14: 7; 19:25-26).

Cuando ponemos nuestra esperanza en Cristo, él nos sostiene. El fundamento de nuestra esperanza es nuestro Señor, y sin él nada somos, nada tenemos y nada alcanzaremos. Si Job, tras perderlo todo, pudo sostenerse aferrado a la esperanza, hoy podremos hacer frente a las dificultades asidos a esa misma esperanza.

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