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viernes, 28 de julio de 2017

Matutina de Adultos : Julio 28, 2017

Piedras de tropiezo para otros


«No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo». 2 Corintios 6: 3


EL TABACO ES UN VENENO lento, engañoso, pero de los más nocivos. En cualquier forma en que se haga uso de él, destruye el organismo; es tanto más peligroso cuanto sus efectos son lentos y apenas perceptibles al principio. Estimula y después paraliza los nervios. Debilita y embota el cerebro. A menudo afecta los nervios más que las bebidas alcohólicas. Es un veneno más sutil, y es difícil eliminar sus efectos del organismo. Su uso despierta sed de bebidas fuertes, y en muchos casos sienta las bases del alcoholismo.

El uso del tabaco es perjudicial, costoso y sucio; contamina al que lo usa y molesta a los demás. Sus adictos se encuentran en todas partes. Es difícil pasar por entre una multitud sin que algún fumador le eche a uno a la cara su aliento envenenado. Es desagradable y malsano permanecer en un vagón de ferrocarril o en una sala donde la atmósfera esté cargada con olores de alcohol y de tabaco. Aunque haya quienes persistan en usar estos venenos ellos mismos, ¿qué derecho tienen para viciar el aire que otros deben respirar?

Entre los niños y jóvenes el uso del tabaco hace un daño incalculable. Las prácticas perjudiciales de las generaciones pasadas afectan a los niños y jóvenes de hoy. La incapacidad mental, la debilidad física, las perturbaciones nerviosas y los deseos antinaturales se transmiten como un legado de padres a hijos. Y las mismas prácticas, seguidas por los hijos, aumentan y perpetúan los malos resultados. A esta causa se debe en gran parte la degradación física, mental y moral que produce tanta alarma. [ . . . I

Pregunto a los que profesan creer y obedecer la Palabra de Dios: ¿Podemos, como Cristianos, practicar un hábito que paraliza nuestra inteligencia y nos impide considerar debidamente las realidades eternas? ¿Podemos consentir en robar cada día a Dios Parte del servicio que se le debe, y negar a nuestros semejantes la ayuda que debiéramos prestarles y el poder de nuestro ejemplo? ¿Hemos considerado nuestra responsabilidad como mayordomos de Dios respecto a los recursos que están en nuestras manos? ¿Cuánto dinero del Señor se gasta en tabaco?— El ministerio de curación, cap. 26, pp. 224-225, 226.

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