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lunes, 8 de mayo de 2017

Matutina de Jovenes : Mayo 8, 2017

LA CRUZ ROJA


“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Calatas 6:14).


Tantos siglos han pasado que hoy nos es casi imposible pensar en la cruz como algo meramente negativo. La cruz está presente en las iglesias, los cementerios, los hospitales, y en todo lugar que se precie de religioso y cristiano. Es que, justamente, es una especie de icono religioso y cristiano que transmite vida, paz y consuelo.
Sin embargo, en la época de Jesús, la cruz era sinónimo de muerte, vergüenza, opresión y maltrato. Por eso, era muy extraño para su época que San Pablo se gloriase en un objeto así. No obstante, él sabía que la implicancia de la cruz trascendería su negativa connotación inicial.

Hoy, la cruz es un símbolo de salvación.
Así lo entendió Henry Dunant cuando, el 24 de Junio de 1859, vio cómo, luego de la batalla cerca de Solferino (Italia) entre los ejércitos austríaco, francés y piamontés, yacían cuarenta mil hombres (entre heridos y muertos), prácticamente abandonados a su suerte.
De inmediato, ayudado por los habitantes de los pueblos cercanos, Dunant se dedicó a socorrerlos. Además, convenció a la población local para que atendiese a los heridos, sin fijarse para qué lado del conflicto habían luchado, empleando el lema “Tutti fratelli” (Todos hermanos).

Impresionado con este incidente, en 1863 Dunant fundó el Movimiento Internacional de Ayuda Humanitaria, destinado a ayudar a quien lo necesitara, independientemente de su raza, nacionalidad o creencias. En sus bases, se proclamaba proteger a los militares heridos en campaña, ser neutrales, proteger al personal que atiende a los necesitados, y la adopción de un emblema que serviría como símbolo protector: una cruz roja sobre fondo blanco. En homenaje a Henry Dunant, cada año se celebra el Día Mundial de la Cruz Roja el 8 de Mayo, fecha de su surgimiento.
Este planeta es un salvaje campo de guerra. El pecado ha hecho estragos.

La humanidad está herida de muerte por el pecado, y el resultado de los males es palpable y evidente en toda la sociedad.
Pero, hay una salida. Hay una protección. Sin importar la raza, la religión, el sexo o la posición social, Jesús dio su vida por todos.
Hoy puede ser un día histórico. Vive la bendición de la cruz de Jesús. Agradece por ese don infinito e inmerecido.
“Sólo el poder de la cruz puede separar al hombre de la fuerte confederación del pecado. Cristo se dio a sí mismo para la salvación del pecador. Aquellos cuyos pecados son perdonados, que aman a Jesús, se unirán con él” (Elena de White, Mensajes para los jóvenes, p. 133).

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