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jueves, 2 de marzo de 2017

Matutina de Damas : Marzo 2, 2017

En Los Brazos De Jesús


«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga» (Mateo l l: 28-30).


Mi hijo no comenzó a hablar hasta los tres años. Lo único que hacía era señalar las cosas y gruñir. A veces estiraba sus bracitos y yo entendía que quería que lo cargara. Cuando comenzó a hablar, levantaba sus brazos y solo decía: «Cárgame». Comencé a llamarlo cariñosamente: «George Michael Cárgame Yergen». A veces le decía: «Algún día serás grande y mamá será viejecita, ¡y tú serás el que me cargarás a mí!».
Cuando mi hijo ya tenía diez años, traté de enseñarle algunas cosas de Dios. Quería que aprendiera a usar la Biblia y a darse cuenta de que la Palabra de Dios podía ser una guía para su vida. Quería que desarrollara su propia relación personal con Jesús. Le pedí que encontrara versículos que hablaran a su corazón. Una vez escogió el versículo de hoy, y le pregunté qué significaba para él. Me dijo: «Mami, todos los días tengo que llevar este pesado libro a la escuela, que hace que me duelan la espalda y los pies. Creo que Jesús me quiere ayudar con eso». Ese día compartí con él su alegría de querer que Jesús fuera su mejor amigo. Sus palabras me recordaron que Dios, que es también mi mejor amigo, lleva todas las cargas que me agobian.
NO sé qué causó tanto dolor en la vida de mi hijo, que con el paso de los años le hizo acabar con su propia vida. Su padre me llamó un día y me dijo: «George está muerto». Negación. Desesperación. Rabia. ¡Una pena inconsolable! ¿Suicidio? ¡Impensable! Mi mente a veces da más vueltas que un ventilador. Mi mundo está tan fuera de control que me cuesta centrarme en algo. Las lágrimas nublan mi visión.
En una de las últimas conversaciones que tuve con mi hijo, me dijo que el poema «Huellas en la arena» era su favorito. Él tenía casi veinticinco años, pero aún necesitaba que lo cargaran. Sé que veré a mi hijo en la mañana de la resurrección.
Cualquiera que sea la circunstancia que estés enfrentando hoy, por muy sombrío que sea el panorama, por muy grande que sea el obstáculo, permite que Dios te cargue en sus brazos.

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