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martes, 21 de febrero de 2017

Matutina de Jovenes : Febrero 21, 2017

Descarrilados


(También apareció otra seña/ en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (Apocalipsis 12:3, 4).



El 21 de febrero de 1804 fue un día histórico. En Gales, el inventor e ingeniero inglés Richard Trevithick ponía en funcionamiento la primera locomotora a vapor. La mencionada máquina remolcó cinco vagones con diez toneladas de hierro y setenta hombres. Su velocidad promedio fue de 3,9 km/h. Cabe destacar que la locomotora sola alcanzaba los 25 km/h. Esta máquina no dio resultado porque circulaba por carriles de hierro fundido inapropiados para su peso, ya que estaban ideados para carromatos tirados por caballos.
Pasaron 21 años y, en 1825 el ingeniero británico George Stephenson construyó en su país la primera línea ferroviaria pública del mundo que utilizó locomotoras a vapor.
En 1816, Trevithick construyó bombas ligeras a vapor para el drenaje de las minas de plata a gran altura, que eran transportadas por piezas a lomo de mulas por senderos empinados. Parecía ser un buen negocio, pero no resultó, y en 1827 regresó a Inglaterra en bancarrota (incluso, tuvo que pedir dinero para viajar). El creador de la primera locomotora falleció en 1833, en plena miseria y soledad, sin ningún tipo de reconocimiento por su monumental legado.
Así como la locomotora arrastra los vagones del tren, en los atrios celestiales, un ser de luz, inundado de orgullo, desafió las leyes divinas y convenció con falsos argumentos a la tercera parte de los ángeles del cielo. Apocalipsis 12 describe el génesis de esta batalla que no admite terceras posiciones: o estamos del lado de Dios o del lado del Dragón, la serpiente antigua, el diablo, o Satanás.
Hoy puede ser un día histórico. Lucha por tus ideales. Resiste al enemigo que desea tentarte llevarte por el camino del mal. No descarriles. Sigue por la senda del bien. Trabaja duro, sin esperar, tal vez, recompensas en esta Tierra.
“No seáis perezosos; no os hagáis la ilusión de que podéis ser salvos andando de acuerdo con los rasgos naturales de vuestro carácter; que podéis dejaros arrastrar por la corriente del mundo, y gratificar y agradar al yo, y todavía ser capaces de soportar las fuerzas del mal en tiempo de crisis, y salir victoriosos cuando la batalla arrecia […] Debéis aprender cada día a obedecer las órdenes del Capitán de la hueste celestial” (Elena G de White, Dios nos cuida, p. 

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