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miércoles, 12 de octubre de 2016

Matutina de Menores: Octubre 12, 2016

CORRIENDO TRAS JESÚS … ¡OH, CAMBIE DE OPINIÓN!


¡Cuán difícil es  entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Marcos 10:24.



Era costumbre de los judíos llevar a sus hijos a un rabí para que pusiera sus manos sobre ellos y los bendijera. Los discípulos pensaron que Jesús, simplemente, estaba muy ocupado, y que su trabajo era
mucho más importante para él que detenerse hacer una cosa como esta.

Un día, cuando algunas madres vinieron con sus hijos, los ahuyentaron a todos pensando que esto complacería a Jesús.

Pero él dijo “Dejen que los niños vengan ami. No intenten detenerlos porque este es justo el tipo de personas que viven en el reino de Dios”

Después de bendecir a los niños, Jesús y sus discípulos comenzaron su descenso por el camino. De pronto, oyeron el sonido de pies en carrera y una respiración agita que venía detrás de ellos. Finalmente, un gobernante muy rico y joven los alcanzo. Había visto a Jesús bendiciendo a los niños, y esto lo tocó tan profundamente que también quiso convertirse en uno de sus discípulos.

“Maestro bueno, ¿qué debería hacer para poder heredar la vida eterna?”, pregunto cuando recuperó el aliento.

Jesús quiso probarla sinceridad del hombre y revelar sus razones para usar la palabra bueno. “¿Por qué me llamas bueno?”, preguntó Jesús. “Solo hay Uno que es bueno,y ese es Dios”. Jesús le dijo que podía tener vida eterna si obedecía los Mandamientos de Dios.

El joven gobernante rico, en realidad, pensaba que no tenía ningún defecto de carácter. “He hecho todas estas cosas desde que soy un niño”, replicó.

Jesús lo miró bondadosamente, pero sabía que este muchacho hablaba solo de un stilo superficial de guardarlos Mandamientos. El joven rico solo se estaba engañando a si mismo.

“Una cosa te falta”, dijo Jesús. “Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo; y ven, Sígueme” (Marcos 10:21).

Un ceño fruncido invadió el rostro del joven hombre; inmediatamente comprendió. Había asegurado que guardaba los Mandamientos, pero en su corazón codiciaba las riquezas. Cambiar su amor al dinero por tesoros celestiales que no podía ver, fue demasiado arriesgado para él. El dinero era más importante para él que seguir a Jesús, y tristemente se marchó, para nunca más volver a correr tras Jesús.

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