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jueves, 6 de octubre de 2016

Matutina de Adultos: Octubre 6, 2016

“UNA MOVILIZACIÓN TAN GRANDE COMO UNA BALLENA – 4”


«Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: “No temas, sino habla y no calles, porque yo estoy contigo y nadie pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”». Hechos 18: 9, 10



«PERO NO HAY MANERA de que yo pueda trasladarme a Tokio, Nueva York o São Paulo: estoy preso aquí en casa». ¿No lo estamos todos? Por ello, veamos dos estrategias simples para movilizarte
por las ciudades de Dios.

Estrategia 1. Empieza con la ciudad más cercana a ti. No es probable que sea tan exótica como Río, pero es una ciudad cerca de casa. Si el corazón de Dios se conmovió por Nínive y Jerusalén, también se conmueve por tu ciudad. Según nos recuerda el texto de hoy, Dios tiene a muchos integrantes de su pueblo en nuestras ciudades. ¿Cuántos son esos «muchos»? Suficientes como para que Cristo diera su vida, naturalmente. Y eso quiere decir que ya no podemos quedarnos cómodamente sentados, distraídos a las afueras de un barrio residencial y hacer como que eso es todo. Podemos congratularnos de que la generación de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial conquistase el «espacio interior» y de que los bebés de la posguerra conquistasen el «espacio exterior» y la generación X el «ciberespacio», pero ha llegado el momento de ir al primer punto de nuestra agenda: la última frontera que hay que conquistar para Dios: el «espacio urbano». Seamos sinceros. A escala nacional y global, nos ha ido bien en los pueblos y en el campo, y no demasiado mal en los barrios residenciales. Pero nuestra cuenta de resultados en las ciudades es pésima. Están aún por conquistar para Cristo y su reino. Por eso se precisa desesperadamente una nueva generación ¡para apoderarse para él de esta última frontera! Nuevos pioneros, nuevos misioneros del tercer milenio. No hay necesidad de cruzar el océano, ni tan siquiera el país. Empieza en la ciudad más cercana a ti.

¿Qué podemos hacer? Para algunos, ser fieles al Dios del llamamiento de Jonás significará trasladar su membresía de una iglesia local amada a una iglesia necesitada de un barrio marginal de una ciudad. Para otros, será la visión radical de plantar una iglesia nuevecita en uno de esos centros urbanos. Para otros más, será la organización de equipos de voluntarios para iniciar tareas de evangelización en barrios marginales a pie de calle (predicación puerta a puerta, puesta en marcha de una iniciativa para contar relatos a los niños del barrio). Nuestra congregación universitaria se ha embarcado en estos tres empeños. ¿El sentido de ello? Podemos hablar de las grandes necesidades de las grandes ciudades del mundo, pero si no hacemos nada por cambiar las cosas en la ciudad cerca de la cual nos ha puesto Dios, ¿de qué vale? Entonces, ¿por qué no hacer una llamada a un amigo, a otro miembro de tu congregación, a tu pastor, e invitar a alguien —cualquier persona— para que te acompañe en la búsqueda del pueblo que Dios tiene en esa ciudad tuya?

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