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martes, 13 de septiembre de 2016

Matutina de la Mujer: Septiembre 13, 2016

En aumento


«La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta llegar al pleno día» (Prov. 4: 18, RV95).



CUANDO CONOCÍ EL EVANGELIO yo era un material completamente en bruto. Ni siquiera sé qué es lo que vio Dios en mí para rescatarme como lo hizo. Lo único que tenía para trabajar era mi
espíritu dispuesto y mi fe sincera. Dicho sea de paso, en mi conversión poco tuve yo que ver, todo lo hizo él. Y desde entonces hasta hoy, todo lo ha seguido haciendo él.

Me encontró en total oscuridad y, de ahí, a fuego lento, comenzó a transformarme. Primero refinó mis gustos: mi manera de vestir, mi forma de divertirme; después mi vocabulario; luego mis hábitos, cada vez más sanos. Y de a poquito fue pasando a los profundos recovecos del carácter. Me enseñó el concepto correcto que debo tener de mi misma y de los demás; me fue mostrando qué es amar, perdonar, tener esperanza y vivir por la fe. Veinte años después, te aseguro que no soy la misma.

Así es como trabaja Dios en nuestros corazones: de menos a más, poco a poco; una lucecita aquí, otra allá; un progreso por aquí, una mejoría por allá. De esa manera nos va atrayendo cada vez más hacia él. Si no fuera así, sería difícil para nosotras integrar de golpe en nuestra vida todas las grandezas del evangelio. Por mucho que otros quieran a veces ver cambios radicales en nosotras de la noche a la mañana, el método de Dios es la cocina a fuego lento. Un pasito hoy, otro mañana, hasta que nosotras mismas seamos lucecitas que brillen sobre los demás.

No sé en qué etapa te encuentras de tu caminar con Cristo. Tal vez acabas de bautizarte, o quizás llevas toda una vida de cristianismo auténtico (con altos y bajos, por supuesto). Lo bueno del método divino es que, estés donde estés en tu camino hacia la vida, siempre hay algo en lo que crecer, hasta que llegue la luz de la aurora, la luz de la segunda venida. Por eso, cada día es el renacer de una esperanza para ti. Cada día es una puerta abierta hacia el aumento de tu conocimiento de Dios; hacia la mejora de tus relaciones con los demás; hacia el mayor refinamiento de tus gustos; hacia una mayor profundización de tu fe.

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