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sábado, 3 de septiembre de 2016

Matutina de Adultos: Septiembre 3, 2016

“CÓMO SER UN AGRICULTOR DESPREOCUPADO”


«Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: “El sembrador salió a sembrar su semilla”». Lucas 8: 4, 5



¿SABÍAS QUE SE SUPONE QUE el Día de los Trabajadores, celebrado en Estados Unidos y Canadá el primer lunes de septiembre, es el mejor día del año para plantar césped nuevo? Y por eso,
aunque aquel lunes de septiembre llovía, mi hija Kristin y yo salimos al jardín frontal a hacer eso precisamente en un trozo de terreno de 3 × 4 metros sin vegetación que cubría una alcantarilla ahora enterrada. Hicimos lo que todo agricultor viene haciendo desde tiempo inmemorial: esparcimos nuestra semilla. Y, claro está, sucedió exactamente lo que Jesús dijo que sucedería.

¿Te acuerdas de su parábola? Una mañana, temprano, un agricultor atravesó sus ondulados campos, tomando de su bolsa de semillas puñados de grano en potencia y echándolas a voleo a derecha e izquierda. Sin importar el terreno —rocoso, transitado, lleno de hierbajos o fértil—, la única misión del agricultor era simplemente seguir lanzando su semilla. Sin pararse a preocuparse por el resultado de su siembra, depende del Creador para la germinación y el desarrollo de la semilla. Es un agricultor despreocupado.

Y así debemos ser también los elegidos. Despreocupados. Lo que normalmente no somos —¿no es así?— en lo tocante a la misión de evangelizar y de dar testimonio. Tengo un amigo joven que se consume porque cree que no ha tenido mucho éxito en compartir la Palabra de Dios con sus vecinos, colegas y amigos. Si le preguntas: «Bueno, ¿no compartes la semilla?», él te contestará: «Claro que sí, por doquier; pero nadie se bautiza como consecuencia del reparto que he efectuado. Parece que no hay manera de que recoja una cosecha». Lo cierto es que no es el único agricultor de la iglesia que tiene esa opinión, ¿no te parece? En realidad no nos sentimos despreocupados en lo referente al testimonio que damos a los demás.

Sin embargo, vuelve a leer las palabras introductorias de Jesús: «El sembrador salió a sembrar su semilla». Punto. ¡Y la buena noticia está en ese punto! Para ese agricultor no hay ninguna parálisis por el análisis. Porque sabe que su tarea es sembrar la semilla, y que la tarea de Dios es dar crecimiento a la semilla. El agricultor siembra, Dios da el desarrollo. Tú siembras, Dios da el crecimiento. No nos corresponde a nosotros preocuparnos por dónde cae la semilla ni en qué forma se desarrolla la semilla ni cuándo se cosecha el grano. Lo único que debemos hacer los agricultores que queremos ocuparnos de los negocios de nuestro Padre Agricultor es tomar la semilla a puñados y sembrarla doquiera vayamos. Un puñado de folletos con el evangelio, algunas tarjetas del portal de Internet de la Escuela Bíblica Discover (http://languages.bibleschools.com/spanish/), una suscripción de regalo a la revista Prioridades: no hay límites, como tampoco los tienen las semillas. Entonces, ¿por qué preocuparse? En vez de ello, sé simplemente un agricultor de Dios y sal a sembrar la semilla hoy.

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