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lunes, 12 de septiembre de 2016

Matutina de Adultos: Septiembre 12, 2016

“DE RODILLAS – 1”

«Un día subían Pedro y Juan al templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración. Junto a la puerta llamada Hermosa había un hombre lisiado de nacimiento, al que todos los días dejaban allí para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. […] “No tengo plata ni oro”, declaró Pedro, “pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!”». Hechos 3: 1-6, NVI



UN DÍA TOMÁS DE AQUINO, gran filósofo de la Edad Media, visitaba al papa Inocencio IV. El papa estaba dando una visita guiada a Tomás por la riqueza acumulada de la iglesia, apilada a gran
altura sobre mesas en la tesorería. «Como ves, Tomás —sonrió el papa— la iglesia ya no puede decir “No tengo plata ni oro”». «Sí, Santo Padre —contestó Tomás— ¡pero tampoco puede decir “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”!».

Supongo que, según cualquier vara de medir de la actualidad, la iglesia es rica. Pero, ¿dónde está el poder del Cristo resucitado en nuestro medio? «No tengo plata ni oro»: Cuando éramos niños, ¿no tuvimos que aprender de memoria en la escuela sabática la famosa exclamación de Pedro? «Pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda» (vers. 6). ¿De dónde provino el poder que sanó a un cojo de nacimiento?

El secreto de la iglesia en el inicio y en su fin sigue siendo el mismo. El poder lo desencadena «la hora de la oración». Pedro y Juan iban camino de la reunión de oración —efectivamente, vuelve a leer el texto— cuando el lisiado fue curado. No habría sido sanado si los hombres no se hubiesen dirigido a la oración. No eran distintos de nosotros. Estoy seguro de que tenían una docena de deberes urgentes. Pero no hay nada más esencial para nuestra misión que la oración.

Da que pensar, ¿no crees? Si de verdad lo creyésemos, ¿no estaríamos orando todo el tiempo? «La oración es el poder más grande de la tierra. Un número suficiente de nosotros, si orásemos lo bastante, podríamos salvar al mundo; si orásemos lo bastante» (Wesley Duewel, Mighty Prevailing Prayer, p. 153). Pero, ¿oramos lo bastante? ¿Oramos por la gente perdida? ¿Pudiera ser que tenga razón John Dawson?: «La oración de un ser humano puede alterar la historia soltando legiones de ángeles en la tierra. Si captáramos realmente esta verdad, oraríamos con intensidad y oraríamos constantemente» (Taking Our Cities for God, p. 140). Intensamente, constantemente: fíjate simplemente en la iglesia en sus inicios.

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