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lunes, 29 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 29, 2016

LA MUJER QUE ENCONTRÓ AGUA VIVA


Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo. Juan 4:42.



En lugar de quedarse allí para intentar ganar las discusiones sobre el bautismo con los discípulos de Juan, Jesús detuvo su trabajo en Judea y se dirigió, junto con sus discípulos, al norte, hacia Galilea.

En el camino, pasaron por Samaria. Era un trayecto caluroso y agotador, y para el mediodía habían llegado al valle de Siquem, con el pozo de Jacob a la cabecera del valle. Enviando a sus discípulos más adelante para comprar comida, Jesús se sentó a descansar.

Mientras Jesús se sentó allí, vino una mujer en busca de agua. Los momentos usuales para sacar agua eran la mañana y el atardecer, pero esta mujer tenía tan mala reputación que esperaba, hasta estar segura de que se fueran los chismosos de la aldea. Llenó su cántaro y estaba por irse, cuando Jesús le pidió un trago de agua. Ella se sorprendió. Había tanto prejuicio racial entre los judíos y los samaritanos que ningún judío siquiera hablaba con los samaritanos, y mucho menos para pedir un favor.

“¿Cómo es posible que me pidas un trago de agua?”, preguntó. ”$i conocieras el don de Dios y quién es el que te está pidiendo un trago, tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva. Respondió Jesús.

“¿Agua viva?” Al principio, pensó que Jesús estaba hablando sobre el agua del pozo; pero mientras siguió hablando se dio cuenta de que le estaba ofreciendo algo mejor. Ella anhelaba esa agua viva, pero Jesús sabía que tenía que mostrarle el pecado en su vida antes de que pudiera ver su necesidad de un Salvador. Abruptamente cambió el tema.

“Ve y llama a tu marido”, le dijo. “No tengo marido”. “Tienes razón en decir que no tienes marido. Has tenido cinco maridos y el hombre con el que estás viviendo ahora no es tu marido”.

Esto la sacudió realmente. Jesús sabía todo sobre ella, y quería ayudarla, ¡no condenarla! La mujer se entusiasmó tanto que olvidó su cántaro y corrió de regreso a la ciudad, con la feliz noticia de que ¡había encontrado al Salvador! Cuando los aldeanos vieron su gozo, también quisieron hallar a Jesús. Se quedó dos días con ellos. No sabemos de ningún milagro que haya obrado allí, pero el pueblo fue tan impresionado que muchos de ellos también lo aceptaron como su Salvador.

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