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miércoles, 27 de julio de 2016

Matutina de Menores: Julio 28, 2016

NO SE NECESITAN SOLDADOS


Y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo. Esdras 8:31.



En los días de Artajerjes, rey de Persia, vivía un judío piadoso llamado Esdras. Lo único que quería era hacer la voluntad de Dios. Como escriba, copiaba cuidadosamente los escritos sagrados y los
compartía con otros, de manera que ellos también realmente conocieran cuán grande era Dios.

Esdras llegó a tener tal prominencia que hasta el rey pagano lo reconocía. Un día, llegó delante de Artajerjes con un pedido: “Me gustaría regresar a Jerusalén para enseñar al pueblo sobre Dios y ayudar a reconstruir la ciudad. También, me gustaría llevar a todos los compatriotas que quieran venir conmigo”.

El rey Artajerjes sonrió. Le agradaba Esdras y confiaba en él completamente. Sí, firmaría un decreto. Habían pasado setenta años desde que el primer grupo de judíos regresara a Jerusalén para comenzar la construcción. Había otros dos decretos de reyes anteriores para ayudar a los judíos a comenzar de nuevo, pero el de Artajerjes sería el más completo.

Esto debería haber movido el corazón de cada judío que vivía en el Imperio Persa a regresar a su tierra natal y comenzar de nuevo, pero no ocurrió. Solo unos pocos miles de judíos y sus familias tuvieron la intención de seguir a Esdras. Para su consternación, Esdras descubrió que no había levitas en el grupo.

¿Cómo podría haber un verdadero reavivamiento de la religión sin sacerdotes?

Esdras hizo un llamado urgente, y cerca de cuarenta sacerdotes respondieron. Ahora estaba listo para ir. Pero, todavía había un problema: con todo ese oro, plata y material valioso que llevaban para construir la ciudad, la posibilidad de ser asaltados en el camino era una verdadera amenaza. ¿Qué deberían hacer? El rey, gustosamente, proporcionaría todos los soldados que fueran necesarios para protegerlos. Pero cuanto más pensaba Esdras en esto, tanto menos le gustaba la idea.

“Me da vergüenza pedirle al rey soldados”, dijo. “Ya le he dicho que nuestro Dios cuida de todos aquellos que lo buscan”. Así que, Esdras y los que estaban con él ayunaron y oraron. Después, tomando todas las precauciones posibles, distribuyeron las riquezas entre ellos y comenzaron su largo viaje a su tierra natal. Les tomó cuatro meses. Ningún bandido atacó al pequeño grupo de fieles personas.

¿Sería por casualidad que los judíos en Jerusalén experimentaron una tremenda reforma bajo el liderazgo de Esdras? Era el tipo de hombre que sabía que Dios quería decir lo que decía.

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