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domingo, 24 de julio de 2016

Matutina de la Mujer: Julio 24, 2016

Libérate de ti


«Señor, mi corazón no es vanidoso, ni son altaneros mis ojos;no busco realizar grandes proezas, ni hazañas que excedan a mis fuerzas» (Sal. 131: 1, RVC).



PAUL TOURNIER (1898-1986), médico y psicólogo cristiano, recibió en su consulta de Suiza a una paciente enviada por otro psicólogo al que él admiraba muchísimo. Tras varias semanas de
tratamiento, y con la mejor de las voluntades por parte tanto de la paciente como de Tournier, no habían hecho ningún progreso. Fue entonces cuando él decidió orar al respecto. Tras orar, fue haciéndose cada vez más clara en su mente la impresión de que el obstáculo era él mismo: estaba demasiado preocupado por tener éxito con aquella mujer para demostrarle a su colega que era capaz, de modo que tuviera una buena opinión de él como profesional. Ese mismo día, Tournier confesó a la paciente su temor al fracaso, y entonces todo cambió. La atmósfera comenzó a ser otra y el avance se notó en seguida. Su deseo de aparecer bajo una luz favorable y de dar una buena imagen ante alguien a quien él daba gran importancia, le habían hecho perder naturalidad, perspectiva y eficacia.*

Intentar estar a la altura de las expectativas, propias o ajenas, es una fuente de tensión que nos agarrota, bloquea nuestras energías, nos convierte en un manojo de nervios, impide fluir a la persona que realmente somos y limita el desarrollo de todo nuestro potencial, porque nos hace perder de vista lo único que en verdad puede hacer surgir lo mejor de nosotros: el amor cristiano. Cuando nuestro motivo principal es nuestra imagen y no las personas en sí mismas y la ayuda que podemos prestarles, todo se desvirtúa. La razón de ser de toda interacción ha de ser ayudar. «Tú» es la palabra clave.

Somos de mucha menos utilidad cuando nuestras acciones las pasamos por el filtro del egocentrismo. Solo somos realmente útiles cuando nos dejamos utilizar por Dios en las circunstancias, sin más meta que hacer el bien, dejando que fluyan la inteligencia que nos ha dado, los talentos con los que nos ha dotado, y el Espíritu que está siempre a nuestra disposición (especialmente si, como Tournier, oramos al respecto).

Si mi inteligencia, mis sentidos, mi yo al completo, están abiertos a toda persona que me necesita, sin más reparos que hacer el bien, entonces habrá un verdadero progreso.

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