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miércoles, 29 de junio de 2016

Matutina de Menores: Junio 29, 2016

MEMORIA BAJO EL AGUA


Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Jonás 2:7.



La ciudad de Nínive era conocida como “ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de rapiña” (Nahum 3:1). Sin embargo, vio que había personas ninivitas que realmente querían una mejor forma
de vida y que, si se les daba una oportunidad de aprender sobre Dios, se volverían de sus malos caminos. En su sabiduría, eligió revelarse a ellos por medio del predicador más poderoso que vivía en esa época.

El problema era que aquel orador no quería predicar a los ninivitas. En lo que a Jonás concernía, no ganaría nada hablando a gente tan malvada. Y cuanto más titubeaban en obedecer a Dios tanto más cerca estaba Satanás de él. Finalmente, vencido por el desánimo, dejó su pequeña ciudad natal de Gat-hefer y descendió rápidamente  a las dársenas. Compró un pasaje y abordó un barco que iba a España… en la dirección opuesta a Nínive.

Queriendo evitar pensar en su desobediencia, Jonás descendió a la parte más baja del barco, para dormir todas las horas que pudiera. Hacía ya rato que estaba en el “país de los sueños”, cuando se desató una furiosa tormenta. Arriba, los marinos corrían por toda la cubierta. Nunca había visto algo como esto. El capitán del barco encontró a Jonás y quiso saber por qué este pasajero no había estado orando a su Dios. Pensando que era todo culpa suya, y que quizá su muerte solucionaría el problema instó a la tripulación a que lo arrojaran por la borda.

Los hombres no querían hacerlo. Remaron tan duro como pudieron. Pero era inútil. Finalmente, en su desesperación, levantaron a Jonás y lo echaron al mar, que se calmó instantáneamente.

Mientras tanto, Dios no se había olvidado de su hombre desobediente, y estaba justo allí, trabajando para devolver felicidad y propósito a su vida. Un gran pez, que Dios había enviado, se deslizó a su lado y rápidamente lo tragó. Y allí adentro, en la oscuridad de su mazmorra olorosa y blanda, con comida a medio digerir fluyendo por todo su alrededor, Jonás se encontró a sí mismo en el punto más bajo en el que pudiera estar. Pero esto lo ayudó a admitir, finalmente, que vivir a su manera era inútil y que el camino de Dios era mucho mejor.

Algunas veces, la adversidad es la única manera en que nos damos cuenta de esto; y es el mejor camino para comenzar el regreso a donde necesitamos estar.

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