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martes, 21 de junio de 2016

Matutina de Menores: Junio 21, 2016

CURANDO LAS AGUAS


Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad 2 Reyes 2:21.



La túnica de Elías cayó de sus hombros cuando fue llevado al cielo. Su túnica era un símbolo de su posición como profeta. Eliseo sabía que tomaría el lugar de Elías, haciendo de representante del Dios
Altísimo. Levantó la túnica y caminó de regreso al río Jordán. Doblándola de la misma manera que había visto hacerlo a su maestro, preguntó en voz alta:

“¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? (2 Reyes 2:14). Luego, golpeó las aguas como lo había hecho el profeta. El río se partió, y Eliseo cruzó ¡con sus pies secos!

Elías decidió quedarse en la escuela que estaba cerca de Jericó por unos días, y un grupo de lugareños lo buscó. “Señor, esta ciudad  no es un lugar malo para vivir, pero tenemos un problema. ¡El agua es terrible, y no conseguimos comida de la tierra!
Cincuenta años antes, cuando Josué derribó la malvada ciudad, había pronunciado una maldición contra ella. La ciudad había sido reconstruida a un alto costo, pero los manantiales que proveían el agua se habían vuelto amargos e inadecuados para el uso.
“Tráiganme una jarra nueva y pongan sal en ella”, indicó Eliseo.
Llevaron la sal hacia el manantial, y Eliseo la arrojó adentro y proclamó las palabras de nuestro texto para hoy. Inmediatamente, las aguas se sanaron y permanecieron puras hasta este día.
No había nada mágico en la sal; Dios estaba usando esto para enseñar una lección. Jesús dijo que nosotros somos la sal de la tierra. Y cuando compara a sus hijos con la sal, quiere que entendamos que su propósito de hacernos como él no solo es para salvarnos, sino también para que nos convirtamos en agentes de salvación para otros. Así como la sal se entremezcla en el agua o en la comida, de la misma manera nosotros debemos mezclarnos con la gente que tiene el veneno del pecado, que hace sus vidas amargas, para salvarla.
El manantial contaminado de Jericó era como el pecado. Por medio del pecado, la vida se echa a perder y la mente se confunde con todo tipo de imaginaciones malvadas. Cada pensamiento pronto se contamina con el egoísmo. Se requiere el maravilloso poder de Dios para cambiar esto y hacer que hasta nuestros más íntimos pensamientos sean puros.
La curación de las aguas de Jericó fue una lección que Eliseo dejó para mostrarnos qué puede hacerse en nuestra vidas, por medio del milagro del Espíritu Santo en nosotros.

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