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martes, 14 de junio de 2016

Matutina de la Mujer: Junio 14, 2016

Los demás y yo


«No juzguen ustedes por las apariencias. Cuando juzguen, háganlo con rectitud» (Juan 7: 24).



¡CON CUÁNTA FRECUENCIA juzgamos injustamente los actos de los demás sin intentar ponernos en su lugar! Es interminable la lista de situaciones en las que solemos dar a los comportamientos
ajenos una intención que no solo no tenían, sino que no damos a nuestros propios actos, aunque sean exactamente los mismos. Así, por ejemplo, cuando los demás se toman tiempo para hacer algo, son lentos; cuando yo me lo tomo, soy cuidadosa. Cuando los demás hacen más de lo que se les ha pedido, se extralimitan; cuando lo hago yo, tengo iniciativa. Cuando los demás mantienen su punto de vista, son obstinados; cuando lo hago yo, soy firme. Cuando los demás son ascendidos en el trabajo son unos oportunistas; cuando me ascienden a mi es por mis méritos. Cuando los demás hablan demasiado son unos charlatanes; cuando yo hablo mucho, sé muy bienio que digo. Cuando los demás colaboran con alguien, algún interés tendrán…; cuando colaboro yo, es por solidaridad. Cuando los demás complacen al jefe, son unos hipócritas; cuando lo complazco yo, soy una buena empleada. Cuando los demás fracasan son unos perdedores. Cuando yo fracaso, he tenido mala suerte… *

Yo me pregunto: ¿Por qué hemos de partir de la base de que las motivaciones de los demás son negativas, mientras que las nuestras son correctas y nobles? ¿Por qué no probamos primero a ponernos en el lugar del otro? En realidad, el problema no está en los demás, sino en que «cuando Satanás domina las mentes humanas, las incita a la envidia y las sospechas para que interpreten mal las mejores intenciones» (Patriarcas y profetas, cap. 70, p. 702).

«¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas  en el tronco que tú tienes en el tuyo?» (Mat. 7: 3). ¿Por qué no nos decidimos mejor a pensar siempre bien de los demás y dejar a Dios las consecuencias en los casos en que realmente las motivaciones ajenas hayan sido malas? La Biblia nos aconseja: «No juzguen ustedes nada antes de tiempo; esperen a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora está en la oscuridad y dé a conocer las intenciones del Corazón» (1 Cor. 4: 5). Sigamos el consejo.

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