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viernes, 27 de mayo de 2016

Matutina de Menores: Mayo 27, 2016

CUANDO LA MUERTE DETUVO UN DESFILE SANTO


El furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios. 2Samuel 6:7



Por muchos años, el Arca de Dios había estado en Quiriat-jearim, pero ahora David quería llevarla a la nueva capital, Jerusalén. Así que juntó a treinta mil hombres principales de Israel para el gran
traslado de 14 km. Con regocijo, mucha música y alarbe, el acontecimiento sería un desfile santo.
Pero el  Rey David se olvidó de hacer su tarea. Debía haber leído las instrucciones especiales de Dios sobre cómo trasladar el Arca. Dios había dicho claramente a su pueblo que cualquiera que tocara el Arca moriría. El símbolo de su presencia debía considerarse como sobrecogimiento y reverencia.
Sin embargo, David pensó que la mejor manera de traer el Arca da Jerusalén era usar el mismo método que los filisteos habían usado para devolverla. Pero, los filisteos eran ignorantes de los escritos de Moisés.
“Hacía mucho que Israel no presenciaba semejante escena de triunfo. Con regocijo solemne, la enorme procesión iba serpenteando entre las colinas y los valles, hacia la Ciudad Santa” (patriarcas y profetas, p. 763). Todo iba bien hasta que llegaron a la era de Nacón.
Quizá los bueyes que tiraban la carreta debieron de haber visto algún grano dando vueltas y pensaron que podían tomar uno o dos mordiscos mientras pasaban por allí. Sea lo que fuere lo que haya ocurrido, su movimiento sacudió el Arca y Uza estiró el brazo para sujetarla. El Señor le quitó la vida al instante.

Terriblemente asustados, David y todo el pueblo dejaron de cantar. Desviándose a la de Obed-edom, dejaron el Arca allí y regresaron a Jerusalén con gran tristeza, lamentando por Uza.

El enojo de Dios no es el mismo que cuando una persona se sale de las casillas. Siempre quiere salvar a tantas personas como sea posible. Pero, también es demasiado sabio como para cometer un error.

 Sabía que Uza tenía pecados no confesados y había llegado al punto en que no le importaban mucho las cosas sagradas.
Además, Dios quería motivar al pueblo a un arrepentimiento que prevendría la necesidad de enviar más juicios sobre miles. Quería que todo Israel se examinara a sí mismo y que individualmente se aseguraran de que estaban bien con él, de manera que Dios no tuviera que quitarle la vida a nadie más.

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