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domingo, 22 de mayo de 2016

Matutina de la Mujer: Mayo 22, 2016

¿QUEDA ALGUIEN QUE PUEDA PROTESTAR?


“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien” (Deut. 30:15).



CUANDO ERA NIÑA, tenía una compañera de clase que era muy pobre, y con la que nadie quería jugar excepto para burlarse de ella. Nunca la defendí; simplemente me quedé sin hacer nada hasta
que, como por arte de magia, se esfumó de mi vida. De entonces a esta parte he sido testigo de injusticias en el trabajo, en la iglesia, o simplemente caminando por la calle y, aunque sé muy bien que tendría que haber dicho o hecho algo, guardé silencio. Cada una me pesa como una losa porque no hay marcha atrás.

Martin Niemoller tampoco tenía marcha atrás cuando escribió estas palabras: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar”. Niemoller había sido pastor luterano a comienzos de la Alemania nazi, pero no se había manifestado en contra de la política de Hitler. En 1933, cuando el dictador alemán excluyó de las iglesias cristianas a todo creyente con antepasados judíos, Niemoller por fin protestó. Demasiado tarde, lamentablemente.

Martin fue llevado a un campo de concentración desde 1938 hasta 1945. Uno de sus compañeros de celda, Leo Stein, le preguntó en una ocasión por qué no se había opuesto desde el principio al nazismo, y él contestó: “Me lo he preguntado tantas veces como lo he lamentado. Estoy pagando ese error”. Salvando las distancias, no puedo evitar identificarme con este hombre al recordar cada ocasión de mi vida en la que he sido incapaz de protestar ante la injusticia, y por tanto participé de ella, independientemente de lo que sintiera mi corazón.

No cometas tú ese error. No te limites a decir para tus adentros: “Yo sé que el Señor hace justicia al pobre y defiende el derecho del afligido” (Sal 140:12), porque el Señor actúa a través de personas de carne y hueso. Vivimos en medio de una guerra entre el bien y el mal; pongámonos decididamente, con palabras y acciones, del lado del bien.

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