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sábado, 7 de mayo de 2016

Matutina de Jóvenes: Mayo 7, 2016

UN ESQUELETO EN EL ARMARIO


“¡Voy a confesar mis pecados, pues me llenan de inquietud!” (Salmo 38:18).  



El 24 de marzo de 2013, la coalición rebelde Séléka dio un golpe de estado en la República Centroafricana, apoderándose del palacio presidencial. El entonces presidente, Franyois Bozizé,
no tuvo más alternativa que procurar asilo político en la República Democrática del Congo. Los rebeldes revisaron todos los rincones de la mansión presidencial. Un grupo corrió hacia la habitación de Bozizé con la esperanza de encontrar allí algún tesoro valioso. Mientras buscaban, uno de ellos supuso que si había algún objeto de valor habría de estar guardado en el clóset. Ilusionado, abrió las puertas del armario, pero ¡qué sorpresa se llevó al ver que en el clóset no había ningún tesoro, sino dos horribles esqueletos! Bozizé sí que conocía muy bien el dicho: “Tiene un esqueleto en el armario”.

Aunque nos parezca un tanto aberrante el secreto de Bozizé, la verdad es que, de una u otra manera, todos tenemos algún “esqueleto” escondido. ¿Qué quiero decir con esto? Que tanto tú como yo abrigamos secretos, pecados, vicios, debilidades, que permanecen ocultos ante los ojos de los demás, bien guardados en el interior de nuestras almas. ¿Cuál es tu esqueleto? ¿Hay algo en tu vida que no quisieras que nadie descubriera nunca? Parafraseando a Jesús, podríamos decir: “El que no tenga un esqueleto en el clóset que tire la primera piedra” (ver Juan 8:7). No tiene sentido que critiquemos a Bozizé; lo que hemos de hacer es liberarnos de nuestro esqueleto antes de que alguien lo descubra. La pregunta clave aquí es: ¿Cómo puedo sacarlo de mi vida?

La mejor manera es seguir este sabio consejo de uno que tuvo que lidiar con varios esqueletos en su vida: el rey David. He aquí sus palabras: “Te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste” (Salmo 32:5). ¿Qué es una confesión “sin reservas”? Es aquella en la que se cuenta todo a Dios, que “es siempre de carácter específico y reconoce pecados concretos” (El camino a Cristo, cap. 4, p. 59). ¿Alguna vez has hecho este tipo de confesión? ¿Alguna vez le has dicho a Dios que saque ese esqueleto de tu armario? ¿Qué te parece si lo haces ahora?

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