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miércoles, 4 de mayo de 2016

Matutina de la Mujer: Mayo 4, 2016

CONSOLADA PARA CONSOLAR


“Si somos consolados, es para que ustedes tengan el consuelo que los ayude a soportar con paciencia” (2 Cor. 1:6, NVI).



Cuenta UNA ANTIGUA HISTORIA china que una mujer, deprimida por la muerte de su hijo, le preguntó a un sabio: “¿Qué rezo o poción mágica podría devolver la vida a mi hijo?” El sabio le
contestó: “Tráeme una semilla de mostaza de un hogar que nunca haya conocido el dolor y la usaremos para arrancar el dolor de tu vida”.

El primer lugar al que llegó aquella desconsolada mujer era una mansión. Golpeó la puerta y dijo: “Estoy buscando un hogar que no haya conocido nunca el dolor. ¿Es este hogar así?” “No”, le respondieron, y le contaron los terribles acontecimientos que habían vivido. Entonces, la mujer pensó: “¿Quién mejor que yo para ayudar a esta gente?” Tras consolar a aquella familia, continuó su búsqueda pero, dondequiera que iba, chozas y palacios por igual, encontraba historias de dolor y desgracia. Pronto se implicó tanto en las desdichas ajenas que olvidó, no solo la semilla de mostaza, sino su propio dolor.

“Lo siento mucho”, decimos a veces, cuando en realidad no lo sentimos; “Dios proveerá”, añadimos, pero no reparamos en la provisión de Dios en nuestra propia vida; “Te entiendo”, aunque no entendemos en absoluto el dolor ajeno hasta que nos toca a nosotros sufrir… ;y en Dios hallamos consuelo! Decíamos ayer que parte del sentido que tiene el sinsentido del sufrimiento es que Dios puede utilizarlo para producir en nosotros frutos de fe y crecimiento espiritual. Otro de los sentidos es que Dios logra, cuando atravesamos situaciones dolorosas, enseñamos a llevar consuelo a los demás.

“Alabado sea Dios […], quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. […] Si sufrimos, es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y si somos consolados, es para que ustedes tengan el consuelo que los ayude a soportar con paciencia” (2 Cor. 1:3-6, NVI). Consolar a alguien es mostrarle el camino para hallar consuelo en Cristo, y superar así el desconsuelo que le generan sus propias circunstancias. Y por si fuera poco el privilegio que Dios nos concede de aprender a llevar consuelo con palabras plenas de significado, “al tratar de consolar a los demás con el consuelo que hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros” (El ministerio de curación, cap. 18, p. 170), pues olvidamos nuestras propias penas.

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