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miércoles, 4 de mayo de 2016

Matutina de Adultos: Mayo 4, 2016

SE LLAMABA JACK


“Amados, si Dios así nos ha amado, también debemos amamos unos a otros”. 1 Juan 4:11



ME GUSTARIA COMPARTIR contigo una carta que recibí de una señora que vive en el extremo opuesto de los Estados Unidos: “Querido pastor Nelson: Hace unos cinco años falleció de sida un amigo mió muy cercano. Se llamaba Jack, y tenía 34 años. Jack se bautizó en la iglesia adventista unos quince meses antes de su fallecimiento, y yo llegué a conocerlo principalmente por las reuniones de oración. Jack resultó infectado con el VIH varios años antes de que entrara a formar parte de la iglesia […]. No fue consciente de tener el VIH hasta que enfermó de neumonía. Sobrevivió a la neumonía, conoció a unos vecinos suyos que eran adventistas y por ese medio llegó a formar parte de la iglesia.

Desgraciadamente, algunos miembros de iglesia no podían aceptar a Jack porque tenía sida. Algunos dejaron de acudir a la iglesia y a las reuniones de oración por su presencia, y temían contagiarse de sida por el aire o por sentarse en el mismo banco que él. Mi expastor […] se empeñó con ahínco en educar a estas personas, pero no quisieron hacerle caso. Cuando el pastor […] pasaba tiempo en el hospital con Jack todos los días antes de que este falleciese [¡bien hecho, pastor!], decían cosas como: “¡Espero que nuestro pastor no se contagie de sida en el hospital y que luego vuelva y nos lo transmita a todos!” ¡Cómo deben de llorar los ángeles en el cielo por la dureza de los corazones, incluso de profesos cristianos! Gracias al Señor, Jack permaneció fiel hasta el fin e incluso manifestó un espíritu de amor y perdón hacia los miembros que lo rechazaban. Jack sabía cuánto lo amaba Jesús, y eso bastaba”.

Pero, ¿basta realmente? ¿Basta saber que “Cristo me ama […], la Biblia dice así” -según el conocido corito infantil-? Por lo visto, para Jesús no basta con que el mundo conozca su amor. Al parecer, para él solo basta cuando el mundo también conoce nuestro amor. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

¿Me dejas que formule una pregunta embarazosa? ¿Pudiera ser que, en nuestro entusiasmo por que el mundo recuerde el cuarto mandamiento, hayamos olvidado recordar el undécimo? Mientras abogamos por la obediencia a los Diez Mandamientos, ¿desobedecemos el undécimo mandamiento? No hace falta ser teólogo ni sociólogo para observar que hoy la humanidad no pide a voces los Diez Mandamientos. Sin embargo, en el mundo entero, seres humanos como Jack padecen por falta del undécimo mandamiento. Si Dios ha de ganarse la mente de esas personas, nosotros debemos ganarnos su corazón. Porque ahí precisamente está el meollo del amor de los elegidos.

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