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miércoles, 20 de abril de 2016

Matutina de Menores: Abril 20, 2016

Los mentirosos siempre pierden


Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento. Proverbios 12:22.



El Señor le dijo a Josué cómo colocar una emboscada para tomar la ciudad de Hai. Con Dios liderando la salida y sin Acán en el campamento, su campaña fue exitosa. Las noticias de cómo Israel destruyó a Jericó y a Hai se desparramaron a través de todo Canaán. La mayoría de los pueblos eran demasiado orgullosos y obstinados como para seguir la fe de Rahab y unirse al campamento de Israel, así que, o bien planeaban hacerles la guerra o comenzaron a maquinar cómo engañar a Israel.

A Josué y a los ancianos les esperaba una gran sorpresa. Ocurrió poco después de las dos victorias de Israel en Canaán. Un día, una extraña caravana, aparentemente proveniente de algún país lejano, arribó arrastrando los pies al campamento. Los viajeros dijeron que vivían más allá de Canaán y que habían oído las maravillas que Dios había hecho por Israel. Sus compatriotas los habían enviado como embajadores para hacer una alianza con los israelitas.

Dios había advertido específicamente a los hebreos que no hicieran ningún tratado o alianza con los idólatras que vivían en Canaán, y algo acerca de estos visitantes no parecía correcto. Tenían una sospecha que los inquietaba, de que estos viajeros en realidad no habían viajado de tan lejos, y que en realidad eran cananeos que buscaban protección. Como prueba de la historia, los extraños señalaron sus ropas, y el pan seco y mohoso, que afirmaban haber tomado recién salido del horno el día en que partieron. Así que, Josué y los ancianos hicieron un tratado de paz con ellos.

Tres días más tarde supieron la verdad. Los “extraños” no eran otros que los gabaonitas que vivían en cuatro ciudades estratégicas en la zona montañosa del centro-sur, ¡justo allí en Canaán! ¡La sospecha que los inquietaba era cierta! Los gabaonitas consiguieron el tratado por medio del fraude, y los hebreos podrían haberlos echado, especialmente porque el tratado significaba desobedecer a Dios. Pero, le permitieron al pueblo vivir entre ellos. Sin embargo, los gabaonitas terminaron siendo los verdaderos perdedores, porque ahora fueron designados como esclavos para cortar madera y acarrear agua para el servicio del Santuario.

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