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jueves, 26 de noviembre de 2015

Matutina de la Mujer: Noviembre 26, 2015

La grandeza de Dios


Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina. Salmo 104:1, 2



Cuando el Salmista hizo esta oración, estaba ante un escenario impresionante, y fue movido a expresar la grandeza de Dios. Cuando el Salmista dice: “Mucho te has engrandecido”, pareciera que le faltaban palabras para describir lo que veía. Es que el lenguaje humano nunca será suficiente para pormenorizar la grandeza de Dios.

Tal vez tú también hayas experimentado momentos en los que quisieras que hubiese un lenguaje más rico para describir lo que ha impresionado tu mirada. A mí me ha pasado en muchas ocasiones cuando contemplo la obra maestra de Dios. Ahora quiero compartir contigo una de ellas.

Fue en 2012, en época otoñal en Alberta, Canadá, a una hora avanzada de la noche. Dios me permitió ver algo que estaba en mis anhelos desde hacía un buen tiempo: la aurora boreal. ¡Qué espectáculo tan hermoso! Fue para mí una experiencia verdaderamente maravillosa.

Hacia el norte se proyectaban rayos de color verde esmeralda que se extendían por el cielo a manera de cortinas ondulantes, cambiándose continuamente, en forma caprichosa. Con sus movimientos, en ademán de danza, se dibujaban a su paso lienzos realmente bellos.

Contemplé embelesada, como por dos horas, sin ni siquiera sentir el paso del tiempo, el espectáculo que Dios me permitió ver aquella noche. No hay lenguaje suficiente para describir lo que vi. Mis labios no hacían otra cosa que alabar a Dios, el Artista de tan exquisito gusto.

En esos momentos me dije: “¡Si esto es tan hermoso, nuestra mente finita no alcanza a imaginar las cosas realmente bellas que nos esperan en el cielo!”. Por inspiración divina, el apóstol Pablo dijo: “Cosa que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).

Ya pronto el cielo se enrollará como una cortina para dar paso a la majestad del Altísimo. Entonces, nos regocijaremos alabándole. ¡Cuán hermoso será ese día! ¡Amén, sí, ven, Señor Jesús!. — Nelly Téllez de Rojas.

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