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jueves, 22 de octubre de 2015

Matutina de Adultos: Octubre 22, 2015

Hoy ha muerto un hombre bueno


“Os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con conocimiento y con inteligencia” (Jeremías 3:15).



Si alguna vez el Señor cumplió esta hermosa promesa, lo fue con el don de su propio Hijo, y con el ministerio de mi buen amigo, el pastor Ignacio López, fallecido a los 49 años de edad, víctima de una hemorragia en una operación quirúrgica. Mi amistad con Ignacio data de nuestro tiempo de estudiantes, primero en Madrid, años duros aquellos, en los que o te forjabas una vocación en el yunque de las dificultades o buscabas otros derroteros para la vida.

Trabajador incansable, concienzudo, práctico, ahorrador, generoso, creyente convencido, ejemplar. Ignacio era un hombre bueno. Así lo calificó un periodista de Almería, su última iglesia, en una corta reseña de su muerte publicada en un diario de la ciudad: “Hoy ha muerto un hombre bueno”. Como dijo el pastor

Andrés Tejel en la necrológica que publicó en la Revista Adventista: “Adiós Ignacio, hasta luego. Pronto te veremos. Te has ido de aquí sin pelearte con nadie.

Contigo no iban la guerra, las luchas, las críticas. Tú solo sabías pensar bien, comprenderlo todo, amar a la gente. Caminaste por la tierra acariciando, sonriendo, consolando, amando. No sé quién ocupará tu puesto. Hasta pronto”.

¡Cuánto bien hace a la iglesia el fiel servicio de un pastor! La huella que deja en la vida de mucha gente a veces es difícil de borrar. El pastor está llamado a mostrar una gran sensibilidad hacia sus hermanos en Cristo, hombres y mujeres falibles que enfrentan cotidianamente la batalla de la fe, de la cual no siempre salen victoriosos. “La iglesia sobre la tierra está compuesta de hombres y mujeres propensos a errar, los cuales necesitan paciencia y cuidadoso esfuerzo para ser preparados y disciplinados para trabajar con aceptación en esta vida y para que en la vida futura sean coronados de gloria e inmortalidad.

Se necesitan pastores –pastores fieles– que no lisonjeen al pueblo de Dios ni lo traten duramente, sino que lo alimenten con el pan de vida; hombres que sientan diariamente en sus vidas el poder transformador del Espíritu Santo, y que abriguen un fuerte y desinteresado amor hacia aquellos por los cuales trabajan” (Los hechos de los apóstoles, p. 419).

Pide hoy a Dios que dé a su iglesia pastores que sigan la voluntad divina y que ministren a sus congregaciones con inteligencia y sentido común.

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