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domingo, 9 de agosto de 2015

Matutina de Menores: Agosto 9, 2015

Saboréalo con la nariz


Experimenta: Prepara tu platillo favorito y siéntate a disfrutarlo. Luego haz una experimento: tapa tu nariz y prueba la comida. ¿Está sabrosa? Verás que tendrá menos sabor.

En tu nariz hay receptores olfativos que perciben los deliciosos olores de tu platillo favorito y los olores desagradables de una comida echada a perder. Cuando tienes un plato frente a ti, esos receptores perciben el aroma e inmediatamente avisan al cerebro. En tu boca se produce saliva, para que comience la acción.

Cuando masticas, los alimentos liberan sustancias químicas que viajan hasta la zona superior de la nariz y llegan hasta los receptores olfativos. La boca y la nariz concuerdan sobre el sabor de tu comida favorita, por así decirlo. Entonces, cuando tienes tapada la nariz, puedes sentir que la comida no sabe igual.

Las papilas gustativas ubicadas en tu lengua pueden decir al cerebro el sabor general del alimento; si es salado o dulce, por ejemplo. Pero si la nariz, con sus receptores olfativos, no coopera, tu cerebro nunca sabrá cuál es es el sabor específico.

La boca no puede creerse más que la nariz y decir que hace todo el trabajo; tampoco la nariz podría afirmarlo. Ambas se necesitan para llevar a cabo con éxito las labores para las cuales Dios las creó. Lo mismo sucede cuando convives con otras personas. No puedes creerte lo máximo porque te parezca que solamente tú sabes hacer bien las cosas; la verdad es que siempre necesitas de los demás. Dios espera que nos ayudemos los unos a los otros, es decir, que con tus talentos apoyes a alguien más y que sus talentos, a su vez, te sirvan de apoyo.

La gente dice: «Nadie es indispensable» Dios dice: «Todos y cada uno lo son».

«El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo. […] Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular» (1 Corintios 12:12.27)

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