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jueves, 20 de agosto de 2015

Matutina de Adultos: Agosto 20, 2015

La felicidad llegó tarde


“Sé que todo lo que Dios hace es perpetuo: Nada hay que añadir ni nada que quitar. Dios lo hace para que los hombres teman delante de él” (Eclesiastés 3:14).



Hace tan solo unos días escuché la noticia de un afortunado jugador de la “lotería primitiva” a quien le había correspondido el “gordo”, premiado con ¡cien millones de euros! Era una fortuna inmensa. Este anónimo ganador estaba sin trabajo, penando con el subsidio de desempleo que le daba el Gobierno, cuando le tocó la lotería.

No le sucedió así a Jesús Pacheco, otro ¿afortunado? que, durante la década de los ‘90, acertó una quiniela premiada con 48 millones de pesetas. Tenía 48 años. Llevaba 13 enfermo de silicosis contraída en su trabajo como minero. Y cuando la asfixia asediaba más cruelmente sus pulmones, como una feroz ironía de la suerte, llegaban a su casa 48 millones, uno por cada año de la aperreada vida que le tocó sufrir. Con la quiniela llegó un último ramalazo de esperanza: ¿Acaso ahora, con dinero, podría combatir el mal que lo atenazaba? Pero la enfermedad era ya más fuerte que el dinero. Dieciocho días después de aquel venturoso domingo del premio, falleció, con el único “consuelo” de dejar, al menos, resuelta la vida a su mujer y sus hijos. Para Jesús Pacheco, dijeron los periódicos, la “felicidad llegó tarde”.

Historias como esta nos llenan de preguntas, la mayor parte de ellas sin respuesta. Y no son pocos los que las dirigen contra Dios, pidiéndole, exigiéndole, un mundo más piadoso, más justo. ¿Por qué la vida de los hombres parece a veces construida de modo tan cruel? No lo sabemos, pero fenómenos como este no son el resultado del destino fatal, ni de la mala suerte, ni mucho menos de la divina providencia, sino del mundo, del estado de cosas que nosotros mismos nos hemos construido. ¿Es acaso el cielo responsable de que Jesús Pacheco viviera miserablemente en su Galicia natal, que tuviese que asumir un trabajo peligroso o que en las minas se trabajara en condiciones insalubres?

Todos los hombres, y no solo Jesús Pacheco, cuando buscan sus remedios y seguridades fuera de Dios, mueren a la puerta de la felicidad. Salomón sabía que solo Dios hace y ofrece la felicidad que permanece para siempre, la felicidad que nunca llega tarde, a la que no hay nada que añadir ni quitar, la felicidad del amor, de la fe y de la esperanza. Caminar hacia ella es la única manera posible de tenerla en este mundo.

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