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martes, 26 de mayo de 2015

Matutina de la Mujer: Mayo 26, 2015

De angustiada a favorecida


“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” Romanos 5:1



Ana era una mujer que se destacó en la narración bíblica por demostrar una fe excepcional en los momentos de adversidad. La esterilidad es motivo de sufrimiento y desesperación para muchas parejas en nuestros días. Pero en la antigüedad significaba un estigma muy serio. La infertilidad era considerada una maldición divina.

El nombre de Ana significa “favor”, “gracia”; pero ella no se sentía ni favorecida ni agraciada. Cada año, cuando iba a adorar, su rival, Penina, la provocaba hasta las lágrimas. Esto podría haber causado que Ana se volviera agria y se sintiera como una víctima, pero no fue así: aun sabiendo lo que le esperaba, regresaba cada año a adorar a Dios.

Sin embargo, en esta ocasión, después de la típica provocación, Ana se levantó de la mesa y se dirigió al Santuario a derramar su angustia y dolor delante de Dios. Clamó con persistencia, con el corazón desconsolado. Con humildad prometió a Dios que, si le daba un hijo, se lo entregaría a él para toda su vida. Luego, se levantó con paz, su semblante cambió y pudo comer tranquila.

Al año, nació el bebé tan esperado y le puso por nombre Samuel: “al Señor se lo pedí” (1 Sam. 1:20). Y una Ana distinta regresó nuevamente a adorar, con la ofrenda acostumbrada de un becerro, vino y harina. Pero trajo una ofrenda más costosa y especial: el hijo que Dios le había concedido.

Y allí elevó una oración inspiradora y profética de adoración y alabanza. En esta oración se encuentra la clave de cuál era la verdadera angustia inicial de Ana. Mientras era estéril, Ana no se sentía digna de la gracia de Dios y no tenía la seguridad de su salvación. Ahora, al tener a su hijo, pudo exclamar: “Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegre en tu salvación” (l Sam. 2:1).

¿Será que en algún momento has perdido la paz, que te da la seguridad de la salvación en Cristo Jesús? Recuerda que la salvación no depende de tus acciones buenas o malas, sino de haber sido justificada por la fe en Cristo. ¡Acepta la justificación que te ofrece Jesús y disfruta hoy mismo del gozo de estar reconciliada con Dios!.

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