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lunes, 25 de mayo de 2015

Matutina de Adultos: Mayo 25, 2015

Creer sin Pertenecer


“Se puso a la puerta del campamento y dijo ‘Quien esté de parte de Jehová, únase a mí’ Y se unieron a él todos los hijos de Levi ” (Éxodo 32:26).



En el número 44, correspondiente a diciembre de 2002, de la revista Actualité des religions, editada en Francia, había un informe titulado “Europa y las religiones”, que comentaba una encuesta sobre las relaciones de la sociedad europea con la religión (L ’European Valué Survey). Esta encuesta se realizó en tres etapas: 1981, 1990 y 1999, siempre con las mismas preguntas. Los resultados permitían descubrir cuál había sido el desarrollo religioso de los europeos en un período de unos veinte años. Entre los resultados se apuntaba un retroceso significativo del cristianismo en la sociedad europea, la pérdida del concepto de autoridad religiosa, un aumento del ateísmo de convicción, la progresión de los jóvenes en la fe y, posiblemente la tendencia más generalizada, el incremento de los creyentes no afiliados a una religión, lo que se ha llamado “el sagrado salvaje”, una religiosidad autónoma, la crisis de la pertenencia espiritual, la moda de creer sin pertenecer a una institución religiosa.

La falta de compromiso con los imperativos de una determinada profesión religiosa; la pérdida de la identidad, diluida en un colectivo general uniforme, sin ideologías; el rechazo del concepto de iglesia como institución, con sus órganos de dirección y gobierno; la desaparición del concepto de misión en el mundo y de kerigma, el mensaje que debe proclamarse; un humanismo que hace del individuo el centro del querer, del deber y del hacer generando autonomía, independencia y subjetivismo respecto a la creencia en Dios, etcétera. Todo esto conforma un tipo de religiosidad propia del hombre de nuestro tiempo, del hombre posmoderno, en muchos aspectos secular.

Pero, como en la crisis del becerro de oro, los verdaderos creyentes debemos hoy significamos, tomar una posición firme por Jehová, debemos saber quién es nuestro Dios, y vivir nuestra fe, nuestra esperanza y el amor cristiano sin titubeos, sin equívocos, con sentido de la responsabilidad personal, sincera y auténticamente, libre y solidariamente.

Hoy, no es el tiempo de contemporizar con un sentimiento espiritual vago, general, sin especificidad; tampoco es el tiempo de ocultar o negar nuestra profesión religiosa, sino de gritar, clamar, con convicción, quiénes somos, qué creemos y qué esperamos.

Porque hay un Dios en los cielos… comprométete hoy a servirle de todo corazón y proclamar su Palabra dondequiera que vayas.

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