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viernes, 24 de abril de 2015

Matutina de Adultos: Abril 24, 2015

Tus hijos no andan en tus caminos


«Tú has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, danos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones». (1 Samuel 8: 5)


Acerca del ministerio del profeta Samuel, dice Elena White: «Desde los tiempos de Josué, jamás había sido administrado el gobierno con tanta sabiduría y éxito como durante la administración de Samuel. […] Había tra­bajado con infatigable y desinteresado celo por el bienestar de su pueblo y la nación había prosperado bajo su gobierno sabio» {Patriarcas y profetas, pág. 654). Pero cuando tuvo que proveer su sucesión, se encontró con el grave pro­blema de que sus hijos, Joel y Abías, no eran dignos de ocupar su puesto. ¿Cuál había sido la causa? Posiblemente había sido indulgente con ellos y, sin duda, su dedicación incondicional a los asuntos del pueblo le había sustraído parte del tiempo que necesitaba dedicar a la educación de sus hijos.

El éxito o el fracaso en la vida de un hombre no solo se miden por lo que hizo, sino también por lo que pudo y debió hacer, y no hizo. Los fracasos, en la vida familiar particularmente, son siempre graves y dolorosos. En el caso de Samuel, el mal testimonio de sus hijos trajo para el pueblo de Israel cambios muy importantes en su sistema de gobierno; Israel dejó de ser una teocracia para convertirse en una monarquía autocrática como las que tenían los pueblos vecinos.

La expresión “tus hijos no andan en tus caminos” debiera hacer eco en la conciencia de las familias cristianas de nuestro tiempo. Se ha constatado que existe un aumento alarmante en el número de jóvenes que abandonan la igle­sia. Roger Dudley, en su libro Why Teenagers reject religión?, afirma: «Entre los adolescentes, el rechazo de la religión está en un nivel emocional y no en un nivel intelectual» (pág. 25). ¿Les ha faltado la compañía, el consejo, la dirección de los padres? Tal vez, porque en el estilo de vida actual, los padres apenas tienen tiempo para estar con sus hijos, contribuyendo, sin quererlo, a que otras influencias funestas les hagan abandonar “el camino de sus padres”.

Para terminar, Elena White nos advierte: «Trabajad para impedir que vues­tros hijos se ahoguen en las influencias viciosas y corruptoras del mundo como si estuvieseis trabajando por vuestra propia vida. Estamos muy atrasados en el cumplimiento de nuestro deber en este importante asunto» (Testimonios para la iglesia, tomo 6, pág. 203).

Pero hay un Dios en los cielos… cuando los hijos se rebelan contra la fe que les hemos enseñado. Oremos por su salvación y acerquémonos a ellos.

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