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martes, 24 de marzo de 2015

Matutina de Menores: Marzo 24, 2015

La eficaz penicilina


Experimenta: Pregunta a tus padres si padeces alergia a la penicilina. En caso de que no pregúntales si alguna vez has tomado o te han inyectado penicilina y por qué. Es importante que conozcas las respuestas a estas preguntas.

El escocés Alexander Fleming (¿recuerdas. su historia?) cultivaba bacterias en su laboratorio, en una placa de petri, cuando notó que había brotado un moho de color azul verdoso. Al paso de los días, el moho «devoraba» las bacterias en cultivo. Ese hongo se llama Penicillium notatum. Después de encontrarlo, Fleming lo sintetizó y creó la penicilina, que sirve para combatir diversas infecciones.

La penicilina ha sido benéfica y eficaz en contra de muchas enfermedades. Muchas personas salvaron su vida al ingerirla. El problema es que también se ha usado exageradamente. Sin consultar al médico, numerosos individuos se automedican con una buena dosis, creyendo que cura cualquier infección, lo cual es falso. Por el contrario, tanto más se administre sin control, perderá su eficacia.

Con todo, la penicilina es inútil contra la enfermedad del pecado. Todos los días, más y más personas enferman y sufren las consecuencias de la epidemia que ha causado el enemigo de Dios. Si has llegado a pensar que no hay perdón para tus acciones y ya no tienes remedio, entonces has sido víctima de dicha enfermedad. La buena noticia es que Jesús descubrió una medicina efectiva para quien haya pecado. Su aplicación dolía tanto que Jesús decidió sufrirla en lugar del pecador.

Agradecer a Jesús por haber muerto en la cruz debido a tus pecados, es la más grande medicina que ha existido para sanarte cuando sientes que te enferman tus errores. Toma una dosis de la promesas de Jesús a cada momento de tu vida, hasta que la horrorosa enfermedad del pecado se aleje y sientas paz y seguridad.

«Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí: les perdonaré todas las maldades que cometieron y con las que se rebelaron contra mí» (Jeremías 33:8)

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