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domingo, 22 de marzo de 2015

Matutina de Menores: Marzo 22, 2015

La historia Amigdalina y Emulsina y la almendra amarga


Experimenta: ¿Hay alguna amistad en tu vida similar a una almendra amarga?

Si comes almendras continuamente en cantidades moderadas, darás a tu organismo muchas proteínas, vitaminas y grasas de buena calidad, necesarias para que tu cerebro, tu corazón y tus arterias funcionen bien. Eso sí, hace falta precaución en relación a la cantidad y el sabor. Algunos especialistas dicen que siete almendras es la cantidad ideal; en cuanto al sabor, te diré que si las almendras están amargas no debes comerlas. Son peligrosas porque contienen amigdalina y emulsina.

Cuando masticas almendras que contienen dichas sustancias, haces que ambas «amigas» se pongan en contacto. Al juntarse, la amigdalina se divide en tres: un azúcar, una sustancia que provoca el sabor amargo y un ácido letal llamado ácido cianhídrico. ¡Es un gran peligro!

Las almendras amargas son como aquella amistad que parece inofensiva pero logra sacar lo peor de ti. Aquella por la cual tus padres o maestros te dicen que cambias tu personalidad y te vuelves un problema.

Ese amigo o amiga, novio o novia, es Emulsina y tú, Amigdalina. Cuando están juntos algo extraño sucede: tu carácter cambia y te vuelves otra persona. Puede parecerte buena la idea de andar con esa persona, porque experimentas la sensación de tener fuerzas para rebelarte y hacer travesuras. Pero a medida que pasa el tiempo, si continúan juntos, terminarás por hacer cosas peligrosas que hasta podrían llegar a resultar mortales.

Detente un momento y reflexiona: ¿Qué clase de amistad es esa que te provoca tantos problemas con tu familia, en la escuela o la iglesia? Si ya identificaste a Emulsina, es hora de pedir a Dios que te ayude a alejarte tanto como sea necesario, por el bien de tu salud espiritual, emocional y física, antes de que la historia entre tú y esa persona tenga un final amargo.

«¡No vayas con ellos, hijo mío! Aléjate de sus malos caminos, pues tienen prisa por hacer lo malo; ¡Tienen prisa por derramar sangre!» (Proverbios 1: 15, 16)

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