Buscar...

domingo, 22 de marzo de 2015

Matutina de Adultos: Marzo 22, 2015

Dios proveerá el cordero


«Después dijo Isaac a Abraham, su padre: ‘‘Padre mío El respondió: ‘‘Aquí estoy, hijo mío”. Isaac le dijo: Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? ’’Abraham respondió: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío ”. E iban juntos». (Génesis 22: 7-8)



Muy extraña, aunque precisa, había sido la orden del Señor con respecto al sacrificio: «Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, vete a tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto» (Génesis 22: 2). Jamás Dios había pedido sacrificios humanos, pero aquí, ¡el cordero del holocausto era Isaac! ¿Cómo le anunciaría que la víctima era él mismo? El chico era fuerte y podía oponerse a la atribulada autoridad del padre. Cada paso que daban les alejaba de Beerseba, adonde volvería solo con los criados. Los pasos cansinos del patriarca vacilaban, las manos le temblaban y su espíritu se agitaba mien­tras caminaban, e iba orando, tal vez con sollozos y gritos por dentro.

En medio de aquella angustia, su confianza en Dios nunca le abandonó. Una fe poderosa le hacía creer que, después de muerto, Dios podía resucitar a Isaac y devolvérselo. La visión profètica del sacrificio de Jesús en una cruz también le animó; él, un pobre mortal, iba a emular el don precioso, infinito, del Hijo de Dios para redimir a la humanidad.

Cuando llegaron cerca del lugar del sacrificio e Isaac preguntó a su padre dón­de estaba el cordero para el holocausto, la respuesta de Abraham fue mesiánica, porque reveló el plan de Dios para la salvación del hombre: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Y así fue. Cuando el joven sumiso ya estaba en el altar y Abraham había levantado la temblorosa mano con el cuchillo, una voz le detuvo y un camero enredado en un zarzal fue la confirmación del cielo a la palabra del patriarca. Por eso Abraham llamó aquel lugar «Jehová proveerá».

Aquellas palabras de Moriah volvieron a ser confirmadas cuando Jesús dijo: «Abraham se gozó de que había de ver mi día» (Juan 8: 56). También cuando Juan Bautista presentó a Jesús: «Este es el cordero de Dios» (Juan 1: 29). Finalmente, en el Gòlgota, cerca del monte Moriah, cuando el Salvador murió en la cruz, un cordero a punto de ser ofrecido por el sacerdote en el tem­plo huyó de sus manos librándose de la muerte gracias al Cordero provisto por Dios para morir en lugar del hombre.

Nunca olvides que Dios ha provisto lo necesario para que tú también seas salvo. No es imposible. Lo más difícil lo ha hecho él. Acepta hoy al Cordero de Dios.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario