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domingo, 1 de marzo de 2015

Matuina de Adultos: Marzo 1, 2015

¿Dónde estás tú?


«Pero Jehová Dios llamó al hombre, y le preguntó: ¿Dónde estás tú?». (Génesis 3: 9)



Poco después de la caída, Dios hace una pregunta fundamental a Adán: «¿Dón­de estás tú?». Dios pregunta conociendo la respuesta, Dios busca habiendo ya encontrado. ¿Por qué? No solo la propia naturaleza de la gracia y el amor divino, sino también la necesidad del arrepentimiento y de la fe humana que­daban, de este modo, evidenciados. No hay redención sin confesión sincera, no hay confesión sin arrepentimiento, no hay arrepentimiento sin reconocimiento de culpa, no hay reconocimiento de culpa sin autoexamen y reflexión profunda.

«¿Dónde estás tú?». La pregunta lo incluye todo: habla, en primer lugar, de la manifestación de la gracia y el amor divinos buscando al hombre culpable, desnudo, presa de temor y vergüenza, escondido del Creador. Expresa también la acusación grave, sin paliativos, de la justicia divina que ha sido contraveni­da. Es, además, una flecha lanzada a la conciencia del hombre, un apremio a su naturaleza moral y responsable. «¿Dónde estás tú?». Es aun una invitación solícita a la confesión, al reencuentro con el Creador, una apelación a su capa­cidad de conversión y a la aceptación de redención.

Esta pregunta pronunciada por el Creador en el umbral mismo de la econo­mía del pecado era el primer acto del plan de la salvación, una primera profecía mesiánica que aseguraba la búsqueda por parte de Dios del pecador perdido. La historia de la salvación será desde entonces una cadena ininterrumpida de iniciativas divinas en busca de los seres humanos, de las cuales, Jesucristo representa la realización suprema: «Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19: 10).

«¿Dónde estás tú?», no es una pregunta general, colectiva, lanzada al aire; es directa, privada, personal, me concierne a mí, que no puedo eludir ni mirar a otra parte ni refugiarme en las carencias espirituales de otros, porque la salva­ción es personal. ¿Cómo debo responder? Parándome, reflexionando, mirando primero hacia dentro, en una introspección que nos permita analizar nuestra fe, esperanza, gozo, amor, las bases de nuestra religiosidad. Después, hacia arriba, hacia Dios, en busca de comunión, en petición de ayuda y en súplica de auxilio. Finalmente, hacia afuera, hacia los que nos rodean y evaluar nuestra responsabilidad respecto a ellos, reconociendo nuestros deberes familiares y sociales. ¿Qué nos revelan estas tres respuestas?

Hoy es tiempo de preguntarte dónde está tu vida espiritual y qué estás ha­ciendo para ser un mejor cristiano. La pregunta del Edén sigue resonando en el corazón humano para que no olvides que hay un Dios en los cielos.

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