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jueves, 19 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 19, 2015

Asaltados


El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Salmo 91:1



Hace algunos años mi esposo trabajaba en un proyecto del grupo Maranatha. Cargaba estructuras de hierro en su camión, para construir templos y escuelas adventistas en América Central. Un día lo acompañé en un viaje de Panamá a Guatemala. Después de varios días, llegamos a la frontera de El Salvador con Guatemala. Luego de unos trámites, continuamos sin saber que nos seguían unos asaltantes.

Por alguna razón tuvimos que parar, y mi esposo se dio cuenta, por el espejo retrovisor, de que venían unos hombres armados. Golpearon las puertas de los lados y entraron en la cabina; uno encañonó a mi esposo y el otro al guardia que iba con nosotros. Yo me asusté cuando me apuntaron con el arma; pensé que ya estaba muerta. Clamé a Dios a viva voz, diciendo: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente… El te librará del lazo del cazador… Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro” (Sal. 91).

Mientras uno de los asaltantes tomaba el control del volante del ca­mión, el otro nos arrinconaba a los tres en la cabina del vehículo, dicien­do: “¡El pisto! ¿Dónde está el pisto?”. Mi esposo le entregó la cartera con doscientos dólares, pero el asaltante no se dio cuenta de los varios miles de dólares que llevaba escondidos dentro del calcetín.

El motor del camión se detuvo, y no supimos por qué. Como los asaltantes vieron que no podían hacer nada, me obligaron a subir en su auto, y me llevaron a un sitio apartado y montañoso; y allí me dejaron. Salí a la carretera, me arrodillé y oré: “Dios mío, por favor, socórreme, manda un ángel para que me ayude”. Aún no sabía si mi esposo estaba vivo o muerto. Al rato, el guardia se bajó de un autobús: venía a rescatarme y a llevarme adonde estaba mi esposo, ¡vivo! ¡Gloria a Dios!

Querida hermana, mujer cristiana, aprende hoy a clamar a Dios aunque te sientas con los ojos vendados, aunque no sepas qué hacer ni por dónde ir. Que durante este día puedas pensar que en el cielo tienes un Dios bueno que te puede librar aun de la muerte, como lo hizo con nosotros.

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