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lunes, 23 de febrero de 2015

Matutina de Jóvenes: Febrero 23, 2015

Monumento de la Creación


«El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había hecho. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación» (Génesis 2: 2-3)



En una de mis visitas pastorales, un feligrés quiso hablarme de la difícil situación que vivía en su hogar. Su esposa era una ferviente católica, cuyo director espiritual era el párroco de la iglesia más importante de la ciudad. Este clérigo inspiraba en ella un actitud intransigente respecto a la fe de su esposo, lo cual hacía imposible la convivencia pacífica en aquella familia. Entonces, se me ocurrió lo siguiente:

            -Dígale a su esposa que el próximo sábado me invite a comer y que invite también a su director espiritual.

            -¿Habla en serio, pastor? –preguntó el hombre.

            -Por supuesto que sí –respondí con seguridad.

            Así lo hizo y, en torno a aquella mesa, nos encontramos el párroco, el matrimonio y yo mismo. Entonces, lancé la siguiente pregunta:

            -¿Qué podemos hacer nosotros, dos ministros del evangelio, para que estos esposos se lleven bien?

            El sacerdote eludió la respuesta inmediata y, en un determinado momento, me hizo la siguiente observación:

            -¿Por qué los adventistas dais tanta importancia a la observancia del sábado? Lo importante es apartar un día en la semana en el cual encontrarse con Dios y rendirle culto, ¿no es verdad?

            Tenía que darle una respuesta convincente así que, después de reflexionar, recordé aquellas palabras que escribió J. N. Andrews en su History of the Sabbath (“Historia del sábado”): «La importancia del sábado, como institución conmemorativa de la Creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios –porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas».

            Elena White, apostillando esta idea, dice: «Si el sábado se hubiese observado universalmente, los pensamientos e inclinaciones de los hombres se habrían dirigido hacia el Creador como objeto de reverencia y adoración, y nunca habría habido un idólatra, un ateo, o un incrédulo» (El conflicto de los siglos, pág. 433).

            El director espiritual de la esposa de nuestro hermano no replicó, la comida terminó amigablemente y, durante algún tiempo, hubo paz en aquella familia.

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