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viernes, 9 de enero de 2015

Matutina de Menores: Enero 9, 2015

¡Quiero conducir!


Experimenta: ¿Conoces a alguien que sabe conducirse con integridad?

Esperaba que la luz del semáforo cambiara a verde, cuando escuché la sirena de una ambulancia. Los automóviles que estaban detrás de mí cambiaban de carriles para ceder el paso al vehículo de emergencias. Con intención de hacer lo correcto, el auto que estaba a mi derecha se subió a la acera. Yo también hice a un lado mi coche. La ambulancia pasó junto a mí y después se detuvo. Aunque el conductor de la am­bulancia hacía sonar más y más la sirena, fue inútil. Ninguno de los autos frente a nosotros se movió.

Pude ver cómo en la parte trasera de la ambulancia, los paramédicos luchaban para salvar la vida de su paciente. Uno de ellos pedía deses­peradamente a su compañero conductor que avanzara, pero fue im­posible. ¡Nadie movió su auto! La ambulancia tuvo que esperar hasta que la luz del semáforo cambiara a verde.

¿Qué hubieras hecho tú? ¿Dejar pasar a la ambulancia, o te habrías quedado en el mismo lugar, pensando que nada pasaba, a pesar del ruido estrepitoso de la sirena? Impedir el paso a la ambulancia estuvo realmente mal. Me pregunto quién otorgó el permiso para conducir a todas esas personas inconscientes.

¿Te gustaría conducir un auto? Claro que sí. Tendrás que aprender a estacionarte y controlar el volante, los espejos, el acelerador, los fre­nos y la velocidad. Pero también será necesario que conozcas los regla­mentos de tránsito del país en que vives, así como las señales viales y, por supuesto, tendrás que ser consciente de que deberás ceder el paso a vehículos especiales como patrullas de policía o ambulancias, porque nunca sabrás si su urgencia será asunto de vida o muerte.

Conducir un auto puede ser uno de tus sueños más anhelados pero no es lo único que necesitas aprender a conducir. Tu vida vale más que un auto deportivo y costoso. Para tener tu permiso deberás pasar la prueba de la integridad. Es decir, conducirte con cuidado de­lante de tus padres, maestros y demás personas, pero también cuan­do creas que nadie te ve. Conducirte con cuidado hasta cuando nadie te mira es asunto de vida o muerte; si actúas íntegramente, tu éxito estará asegurado.

«Quiero vivir con rectitud. ¿Cuándo vendrás a mí? Será intachable mi conducta aun en mi propio palacio» (Salmos 101:2).

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