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jueves, 15 de enero de 2015

Matutina de la Mujer: Enero 15, 2015

Manos de perdón


Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Juan 3:17



El Evangelio según San Juan registra el incidente de una mujer sorprendida en adulterio y traída ante Jesús. Llegó a rastras, a manos de los depravados hombres que la habían hecho caer. Aquellas manos se levantaron para acusar, pero las de Jesús se levantaron para perdonar. “Jesús miró un momento la escena: la temblorosa víctima avergonzada, los dignatarios de rostro duro, sin rastros de compasión humana. Su espíritu de pureza inmaculada sentía repugnancia por este espectáculo” (El Deseado de todas las gentes, cap. 50, p. 433).

 Jesús no habló, simplemente se inclinó y comenzó a escribir en el suelo con sus dedos. Luego declaró que el que estuviese libre de pecado lanzara la primera piedra,

 Pensándolo bien, él era el único que tenía derecho a lanzar la primera piedra. Y si lo hubiese hecho, ¿qué mensaje habría enviado? ¿De qué modo esto habría contribuido a que más personas llegaran al Reino de Dios? El único que tenía derecho a condenarla respondió otorgando misericordia. Su respuesta silenciosa fue tan fuerte que los acusadores huyeron, acosados por su conciencia, y la mujer quedó sola. Jesús es enemigo del pecado pero ama al pecador. Y ahora Jesús se dirigió a la mujer diciéndole “ahora vete, y no vuelvas a pecar” (Juan 8:1 l; NVI).

 No existe nada que pueda interponerse entre el pecador y el Salvador. Su amor es tan grande que, no importa quién te acuse, Jesús puede perdonarte. Satanás trata de engañamos, haciéndonos pensar que Dios es tan misericordioso que podemos hacer lo que se nos antoje, pues de todos modos nos va a perdonar. O nos hace creer que hemos cuido tan profundo que ya no existe la oportunidad del perdón. Pero el único pecado que Jesús no puede perdonar es aquel del que no te arrepientes, aquel al que te aterras hasta la muerte.

 Llegará el momento en que Jesús dirá: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!” (Mat. 7:23; NVI). ¡Las manos de Jesús están extendidas y abiertas para perdonar!–

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