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sábado, 3 de enero de 2015

Matutina de Jóvenes: Enero 3, 2015

¿Tiene sentido la vida?


Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflacción de espíritu. Eclesiastés 2:17.



Uno de los más importantes psicólogos del siglo XX, Viktor Frank] (1905-1997), quien sufrió la terrible experiencia de haber sido recluso en varios campos de concentración durante la dominación
nazi de la década de 1940, fundó una corriente de psicología denominada logoterapia. Siendo ya en aquel entonces médico neurólogo y psiquiatra, terminó de cristalizar su concepción de la psicología en medio de esa matriz dolorosa, “el infierno sobre la tierra”, como él denominó a los campos de concentración.

Frankl aborda uno de los temas más importantes y difíciles de la reflexión filosófica y psicológica: el suicidio. De acuerdo con diversas investigaciones clínicas y estadísticas, Frankl observa que, lejos de lo que la mayoría de nosotros puede pensar, los mayores índices de suicidio no se encuentran en las clases bajas de la sociedad sino entre las opulentas. No entre la gente con mayores luchas materiales y sufrimientos físicos sino entre quienes parecen tenerlo todo.

Concluye que la razón de este fenómeno es el vacío existencial, o «neurosis noogénica», como él la denomina: el tipo de neurosis provocado por la “represión de la espiritualidad” en aras de los logros materiales o la búsqueda del placer egoísta como fin último en la vida. Para estas personas, la vida carece de sentido y propósito, a pesar de gozar de todos los placeres, lujos y comodidades. Esto le sucedió a Salomón, el autor del texto bíblico de reflexión para hoy. En otras palabras, hay algo en la condición humana que va más allá de lo material y de los placeres, algo “espiritual” que habita en el ser humano, y que cuando se desoyen sus reclamos, esto lleva a la degradación y la destrucción del alma.

Ya nuestro Señor Jesucristo, hace más de dos mil años, había sentenciado: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4). O, como diría San Agustín en su oración a Dios: “Nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descanse en ti”.

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