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domingo, 14 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 14, 2014

Míster Ego


“Ciertamente como sombra es el hombre; […] en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá”. Salmo 39:6



A los 33 años, John Rockefeller era millonario. A los 53 era billonario, el hombre más rico del mundo en su tiempo. No obstante, había cambiado su vida por las riquezas. Se enfermó de alopecia y perdió todo el cabello, las cejas y hasta las pestañas. El espejo k devolvía la imagen de una momia. Su digestión era tan mala que solo podía comer cierto tipo de galletas y beber leche. ¡Ganaba un millón de dólares cada semana!, pero no podía disfrutar nada de su enorme fortuna. Los periódicos ya tenían preparada su necrológica para publicarla en cuanto muriera. Cada día parecía ser el último.

Una noche John comprendió que le quedaba poco tiempo y no podría llevarse ni un centavo a la tumba. Se deprimió, pero, hombre práctico al fin, decidió regalar una buena parte de su fortuna. Creó cuatro fundaciones humanitarias y donó dinero para investigaciones médicas que condujeron al descubrimiento de la penicilina. En total donó 550 millones de dólares. Para sorpresa de todos, .John vivió para festejar su 54 cumpleaños. No paró ahí, siguió viviendo y cumpliendo años. Finalmente ¡llegó a los 97 años! Su apetito se había normalizado, podía dormir bien y su cabello volvió a crecer. Vivía feliz porque había descubierto que su verdadera necesidad no era el dinero, sino la felicidad que su dinero podía proporcionar a otros.

Mientras el egoísta siga mirando su propio yo, no podrá dar. Estará convencido de que no tiene. Y en verdad lo que no tiene es compasión porque no ve a nadie más que a sí mismo.

Bárbara Ward dijo: “No vivas exclusivamente para ti. Vive para los demás. No te encierres dentro de tu propio ego pues rápidamente se convertirá en una prisión”. Esa prisión casi le costó la vida a Rockefeller. Gracias a Dios rompió los barrotes, levantó la vista, miró a su alrededor, se compadeció de los que había ignorado y volvió a vivir.

El rey más rico de la antigüedad, Salomón, dijo: “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado” (Prov. 11:25). Vivamos, ayudemos a vivir y gocemos de la incomparable riqueza de tener una canción en el corazón.

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