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lunes, 1 de diciembre de 2014

Matutina de Jóvenes: Diciembre 1, 2014

La viuda de la ofrenda


Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás”. Marcos 12:43.



Dios no espera que le demos unas pocas monedas en cada culto, así como tampoco espera que le demos unos pocos minutos cada día, ni solo un día por semana. La religión “en partes” no es religión, es una farsa.

Cuando Dios habla de entrega, habla de totalidad. No se conforma con menos, porque “menos”, para él, es “nada”.

Piensa en el control remoto de la televisión. ¿Fútbol o novela? ¿Película o informativo? Quien aprieta los botones es uno solo. Justamente porque es uno solo, es tan común que habiendo dos personas en la misma sala se instale la discusión. Dos podrán compartir –por momentos escalonados– las decisiones y el control, pero la realidad marca que cada uno estará manejando el control en un momento diferente. Con Dios no se puede compartir el control: o él lo tiene siempre o no lo tiene.

Nosotros solemos conformamos con dar el control a Dios cuando no nos interesa “lo que está pasando”. Por el contrario, cuando el “programa” nos interesa, ni nos acordamos de él. Simplemente le sacamos el control de las manos y comenzamos a apretar botones. Eso no es religión.

El dinero de la viuda no tenía mucho valor desde el punto de vista monetario. Sus monedas valían poco. Pero, su entrega tenía el mérito de la totalidad. Eso fue lo que Jesús bendijo y señaló positivamente. Dios es un Dios del 100%.

La vergüenza por la tan pequeña cantidad de dinero que estaba entregando hizo que la viuda entregara su ofrenda de la manera que el Cielo espera: sin que tu mano derecha se entere de lo que tu mano izquierda está haciendo; una ofrenda es gratitud, no demostración pública de poder. Ofrenda es agradecimiento, no exaltación propia.

El mismo principio de entrega total que Cristo exaltó en la historia de la pobre viuda que entregó las famosas dos blancas, lo repite en todos los aspectos de tu vida. Dedicarle el sábado y olvidarnos de él durante el resto de la semana, es igual que las ofrendas de los ricos. Es darle lo que nos sobra.

Recuerda: para que la entrega sea válida, tiene que ser total.

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