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martes, 2 de diciembre de 2014

Matutina de Adultos: Diciembre 2, 2014

Desastre y desorientación


En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios; él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos. 2 Samuel 22:7.



El adventismo experimentó mucha angustia durante los primeros años del siglo XX. Y, en medio de la angustia, hubo muchas súplicas a Dios.

El siglo comenzó con el enorme incendio de fama mundial que redujo a cenizas el Sanatorio de Battle Creek el 18 de febrero de 1902. Y, como si esto fuera poco, un segundo incendio el 30 de diciembre destruyó el edificio de la editora Review and Herald y las oficinas de la Asociación General.

La duda era si volver a construir en Battle Creek o trasladar las instituciones de la iglesia a otra parte. El Dr. Kellogg, por su parte, se propuso reconstruir el sanatorio, más grande y mejor que antes, a pesar del hecho de que los dirigentes de la iglesia se oponían a una medida tan extravagante, en una época en que la organización de la iglesia estaba al borde de la quiebra debido a la expansión excesivamente rápida en los campos mundiales alrededor del globo. El dinero y la pregunta de quién mandaba pronto dividieron a Daniells y a Kellogg, en lo que se convirtió en una lucha hasta el final.

Pero, el dinero y el poder no fueron las únicas cuestiones que los separaban. El médico, a esta altura, también sostenía aberraciones teológicas relacionadas con el panteísmo; un criterio que hacía de Dios una fuerza dentro de la naturaleza, antes que estar por encima de ella. De modo que Kellogg pudo escribir, en su Living Temple [Templo viviente], que “en el árbol hay presente un poder que lo crea y lo mantiene, un hacedor de árboles en el árbol, un hacedor de flores en la flor”.

Kellogg no estaba en soledad en su perspectiva panteísta. E. J. Waggoner, que tuvo protagonismo en 1888, enseñó en el Congreso de la Asociación General de 1897 que Cristo “se mostraba como un árbol, o como hierba”. Y, en el congreso de 1899, Waggoner proclamó que “un hombre puede obtener la justificación al tomar un baño, cuando sabe de dónde proviene el agua”.

La lucha entre Kellogg y sus adeptos con la facción de Daniells duró varios años. Elena de White trató durante algún tiempo de llevar paz, pero en 1903, tanto en público como en sus escritos, se ponía cada vez más de parte de Daniells. Finalmente, Kellogg abandonó la Iglesia Adventista, fue desfraternizado de la congregación de Battle Creek en 1907, y se llevó consigo a A. T. Jones, a E. J. Waggoner y a otros.

El pueblo de Dios siempre ha tenido tiempos de angustia. La pregunta para cada uno de nosotros es dónde centrar nuestra atención en esos momentos. Nuestra única seguridad es Jesús y aferrarnos de sus principios.

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