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viernes, 7 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 7, 2014

La historia de Bruna (Parte 2)


“Más si algún extranjero morare contigo, y quisiere celebrar la pascua para Jehová, séale circuncidado todo varón, y entonces la celebrará, y será como uno de vuestra nación; pero ningún incircunciso comerá de ella. La misma ley será para el natural, y para el extranjero que habitare entre vosotros”. Éxodo 12: 48,49



Pasaban los meses y yo escuchaba la conversación de mis padres: —Me parece que Bruna está enferma y el médico no puede curarla. —A mí me parece que extraña a su familia de Italia. Se la ve siempre triste. Para colmo no aprende el castellano…

Una mañana de marzo vi a Cayetano sacando a la vereda varias cajas atadas con hilo grueso y dos valijas de cartón duro repletas de cosas, mientras Pepito saltaba y corría. Entonces, entré gritando a casa: —Mamá, mamá, mira lo que hace Cayetano! Mi madre miró por la ventana y murmuró: —Dios mío, parece que se van…

Y en ese momento ella reaccionó; se sacó el delantal y fue a la vereda. En silencio salieron los tres: Bruna muy demacrada, con paso vacilante y los ojos hundidos. Uno de los vecinos también se asomó e hizo ademán de ayudar con los paquetes. Mamá, todavía sin entender, les dio la mano y balbuceó una despedida.

Nos quedamos mirando la salida del tren, pero ninguna mano se movió como último saludo. Mi madre tenía los ojos muy abiertos, como buscando una explicación, los labios se le movían como para decir algo, pero no habló. Todo fue invadido por una densa tristeza. Durante varios días, mamá decía una y otra vez, como para acallar su conciencia: “Quizá debimos pensar un poco más en Bruna. Estaba tan sola… y no hicimos nada. ¡No nos dimos cuenta, no sé!”. Nunca supimos más nada de Bruna y su salud. Claro, tampoco nadie les había pedido la dirección…

Este pasaje de mi vida me marcó para siempre, y me lleva a pensar en los inconscientes motivos que impulsan a los seres humanos a ser tan poco solidarios, como en este caso, tan temerosos de que les quitaran un pedazo de patio, o tan ariscos como para considerar intrusa a gente que solo vino a ganarse el pan…

Querida amiga, Dios tiene especial afecto y consideración por la condición del extranjero. Su amado pueblo de Israel lo fue durante muchos siglos, y su pueblo actual, nosotras, también somos extranjeras en este mundo, hasta que lleguemos a la patria celestial.

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