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miércoles, 5 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 5, 2014

Salvada para servir


“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mi lo hicisteis”. Mateo 25:40



Mi nacimiento fue difícil y sé que mi vida ha peligrado tres veces más. Mi infancia y adolescencia pasaron en un hogar feliz, sin lujos, pero con lo necesario. Allí recibí principios e internalicé valores. Tuve acceso a la universidad y me formé en una gratificante profesión como es la medicina. También abundaron horas difíciles, dolorosas, pero el Dios que aprendí a conocer en mi niñez siempre me sostuvo y animó.

Sí, conocía al Señor, pero desconocía Su Palabra. Me encontré con la Biblia en la adultez. Sin embargo, me resistía a hacer un cambio sustancial en mi vida. Detalles simples, nada importante, aunque entonces lo parecieran. Tardé seis largos años en comprender que ese Dios de amor me esperaba pacientemente. Estudié la Biblia y las doctrinas; descubrí en el Libro Sagrado que mis conocimientos de antaño estaban errados.

Un día, al terminar de estudiar las profecías de Daniel y Apocalipsis, algo estalló dentro de mi mente: tuve la sensación de haber estado hurgando en la oscuridad durante 37 años, cuando, de pronto, las tinieblas se disiparon y… ¡vi la luz! Me encandilé. Me convencí. Pero aún no estaba convertida. Miré mi vida hacia atrás en veloz sucesión de imágenes: me vi niña, joven, adulta. Siempre el Padre celestial, tomando mi mano pequeña desde que yo era un bebé, me llevaba suave y firmemente, sorteando obstáculos, levantándome tiernamente cuando caía, sin soltarme hasta ahora, aun cuando tantas veces intenté locamente desprenderme.

¿Por qué Dios me ha dado tanto? ¿Por qué a mí y no a otros? ¿Por qué pude trabajar tantos años con los niños y sus familias, cuidando su salud, atendiéndolos en su enfermedad, recibiendo tantas gratificaciones que no se compran sino que se dan? ¿Por qué me ha regalado la alegría de estos años de docencia feliz? ¿Por qué me ha dado un Salvador? ¿Cuál es la razón por la que me ha salvado? ¿Qué espera de mí?

Repaso el pasado, miro el presente, imagino el futuro y hallo solo una razón: él tenía un plan para mi vida, me dio una misión. ¡He sido salvada para servirle mediante “mis hermanos más pequeños”!

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