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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 26, 2014

Derribando muros


“Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días”. Hebreos 11:30.



Cuando mi hijo mayor tenía cinco años, le conté la historia de la lección semanal de la Escuela Sabática,
acerca de cómo Dios hizo posible que el pueblo de Israel obtuviera su primera y espectacular victoria al entrar en la tierra prometida, que se encuentra en el capítulo 6 del libro de Josué.

El versículo para memorizar era justamente el texto de hoy. No le resultó difícil aprenderlo pues se notaba que había quedado impresionado con la historia. No solo le había impactado la narración, sino también la canción infantil con la que generalmente acompañamos este tema. La letra hacía referencia a la toma de Jericó y musicalmente terminaba imitando el ruido del gran derrumbe de los muros. El relato bíblico había impactado de tal forma su mente infantil, que por mucho tiempo, cada vez que tenía oportunidad, repetía este versículo como su favorito y me pedía que le contara nuevamente la historia.

En los tiempos bíblicos se construían muros en torno a las ciudades por razones de seguridad. Lo mismo pasa muchas veces en nuestra vida. Levantamos muros que solo Dios puede derribar… ¡y no por seguridad! No compartimos a Jesús con vecinos y amigos, solo porque nos separa el muro del prejuicio. Pensamos que se molestarán, que no nos escucharán, que no tienen interés en comprometerse con Dios o que ya decidieron seguir sus propios caminos.

Hoy no se usa construir muros en torno a las ciudades, pero para sentirnos seguros colocamos llave y alarmas en las puertas de nuestra casa. Somos nosotros los que determinamos a quién le abriremos y a quién dejaremos fuera. Y con los mismos miedos y prejuicios, seleccionamos a las personas con quienes compartimos la gran esperanza del pronto regreso de Jesús, cuando en realidad el Señor nos mandó compartir esta bendita esperanza con todos y cada uno.

Querida amiga, Dios es respetuoso de nuestras decisiones, no forzará nuestra voluntad. Está en nosotros darle la oportunidad de derribar los muros que nos separan de la gente que no conoce el evangelio de salvación. Pidámosle a Dios que derribe nuestros muros y prejuicios al compartir nuestra fe.

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