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lunes, 20 de octubre de 2014

Matutina de la Mujer: Octubre 20, 2014

Mis temores se desvanecieron


“En el día que temo, yo en ti confío”. Salmo 63:3



Aveces los miedos son irracionales, pero no por eso menos reales para quienes los padecen. Desde pequeña siempre fui muy temerosa. He ido superando algunos de mis temores con la ayuda de Dios y de personas comprensivas, pero conservo el miedo a la altura, y especialmente a volar.

Concretaríamos un sueño que jamás pensamos que se haría realidad: viajar a la República de Kirguizistán para visitar a nuestros hijos y a nuestro nietito Gabriel, a quien solo conocíamos por fotos. La distancia y los escasos medios de comunicación de que disponíamos en ese momento hacían aumentar nuestra ansiedad. Cuando por primera vez mis hijos me dijeron que me pagarían el viaje, respondí: “¡Ni loca! ¡Volar en avión, no!”.

Tiempo después me aseguraron que el ofrecimiento seguía en pie, y entonces dije: “Si voy con Oscar (mi esposo), acepto”. Y el Señor me ayudó a manejar mis miedos. La primera etapa Buenos Aires-San Pablo-Frankfurt transcurrió sin sobresaltos. Al despegar me mantenía con la Biblia en la mano, orando y cantando; pero aún quedaba la etapa final, la que nos llevaría a destino.

Esa tarde el ciclo se cubrió de nubes amenazadoras, hubo relámpagos, truenos y lluvia. ¡Recordé todos los accidentes aéreos recientes, especialmente con tormentas! Camino al aeropuerto, mi corazón se elevaba a Dios en oración silenciosa, mientras miraba el cielo amenazador: “¡Protégenos, Señor! Sin duda no nos trajiste hasta aquí para dejarnos morir antes de ver realizado nuestro sueño”.

Dios, que es un Padre amoroso y tierno y se compadece hasta de nuestros más ridículos temores, habló a mi corazón de un modo extraordinario. Poco antes del ocaso, el sol volvió a aparecer, y allá sobre esas nubes negras y amenazadoras brilló el más hermoso arco iris que jamás haya visto. ¡Y no solo uno, sino doble! Era como si Dios me dijera: “¿Ves este maravilloso despliegue de luz y color? ¡No temas! Mi amor te rodea como ese arco iris. Yo te cuido”.

Sé que soy indigna, nada merezco, pero por el infinito amor de Dios puedo confiar en él y decir con el salmista: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Sal. 34:4).

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