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miércoles, 15 de octubre de 2014

Matutina de la Mujer: Octubre 15, 2014

¡Y me encontró! (Parte III)


 “Examinándolo todo; retened lo bueno”. 1 Tesalonicenses 5:21



Mientras buscaba el camino para conocer más a Dios, me afligí hasta que deposité mi ansiedad en Él y le di la oportunidad de mostrarme Su voluntad. Pocos días después, estando en casa, mientras me disponía a merendar, prendí el televisor y escuché la promoción de un seminario de psicología familiar. Me faltaba solo un examen para terminar Psicología y era exactamente el área en que estaba queriendo especializarme. Tomé nota. Ni antes ni después, jamás tomé nota de publicidad alguna en la televisión. El anuncio no mencionaba auspiciante, y no me di cuenta de eso hasta que estuve sentada frente al orador en el Hotel Riviera, en Montevideo. Dios bien me conocía, pues él sabía que si yo hubiera escuchado que el auspiciante era una iglesia, no habría asistido.

Fui atendida muy amablemente por una recepcionista al teléfono para la inscripción y eso me motivó positivamente para asistir. El enemigo intentó interceptar mi camino hasta el último momento. Cuando estaba cómodamente sentada esperando para escuchar la disertación, vino una joven desconocida a preguntarme, por la espalda: “¿Sabías que esto es de la Iglesia Adventista?”. “No”, le contesté, y seguí en mi silla dispuesta a escuchar lo que querían decirme. Ya había aprendido a escuchar primero, analizar después y luego sacar mis conclusiones. Lo había hecho antes, frente a tantos caminos errados, y Dios me había preservado. Ahora no iba a ser diferente.

Con la exposición quedé fascinada al notar que en la Palabra de Dios había mucha psicología moderna. Y así empezó mi búsqueda y mi hallazgo de una iglesia que Dios me mostró como el verdadero camino: la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Nunca antes había escuchado de ella. ¡Alabado sea Dios por su ternura y paciencia!

Mi alma alcanzó la paz y la certeza de haber encontrado lo que tanto había buscado. Por fin estaba en el camino correcto. Ahora quería recorrerlo y regocijarme. La ansiedad y el anhelo imperioso de buscar algo que no encontraba, se desvaneció. Amiga, al acercarte a Dios, por experiencia te aconsejo: deja tus prejuicios y permite que sea él quien te muestre su camino.

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