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martes, 14 de octubre de 2014

Matutina de Adultos: Octubre 14, 2014

Los años posteriores a Minneápolis -2


¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
Romanos 10:15.


Los meses posteriores a Minneapolis fueron agotadores para Elena de White, Jones y Waggoner, al predicar a Cristo y su amor a los pastores y los laicos adventistas en todo el país en 1889.
Si bien los resultados estuvieron lejos de lo deseados, hubo algunas confesiones en cuanto a la actitud errónea en Minneapolis, al igual que un gran regocijo por la libertad recién descubierta de la justicia de Cristo. La señora de White alegremente escribió, durante el congreso de la Asociación General, que estaban “realizando reuniones excelentes. No existe aquí el espíritu que hubo en las reuniones de Minneapolis”. Muchos de los delegados testificaron que el año anterior había “sido el mejor de su vida. La luz que brilla de la palabra de Dios ha sido clara y nítida: la justificación por la fe, Cristo, nuestro justicia” (MS 3: 181).

La buena noticia es que había progreso. Y continuaría a lo largo de toda la década de 1890; aunque algunos vacilaron.

En 1899, Waggoner dijo a los delegados del Congreso de la Asociación General que los principios que él y Jones habían predicado en Minneapolis “han sido aceptados en gran medida desde ese entonces”.

Cuatro días después, Jones señaló en la Review no solo que la iglesia en gran medida había aceptado el mensaje, sino también que “me temo que ha habido una tendencia a pasarse para el otro lado ahora, y predicar la fe de Jesús sin los Mandamientos”. Siguió abogando por el equilibrio apropiado al presentar las diferentes partes de Apocalipsis 14:12.

Un tercer testigo de la aceptación teológica del mensaje de 1888 fue Elena de White. El 6 de octubre de 1896, ella aconsejó la discontinuación de los institutos ministeriales de tres a cinco meses, establecidos a raíz de la crisis de Minneapolis, para educar a los pastores. “Hubo un tiempo cuando esta obra era necesaria, porque nuestro propio pueblo se oponía a la obra de Dios rechazando la luz de la verdad acerca de la justicia de Cristo”; peor ese esfuerzo ya no es necesario (TM 401).

¡Alabado sea el señor! La iglesia había progresado. Pero, algo así nunca es universal ni totalmente duradero. La reforma es un mandato constante de la iglesia. Necesitamos más de Cristo hoy; pero, también necesitamos un equilibrio continuo al tratar de presentar la fe salvífica y los Mandamientos de Dios en su relación adecuada.

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