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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Matutina de Menores: Septiembre 3, 2014

¿Cómo nos habla Dios?


«Habla, que tu siervo escucha» (1 Samuel 3: 9).



¿A qué se parece la voz de Dios? ¿Será una voz profunda de bajo, o tendrá el delicado timbre de un tenor? Cada vez que leo el relato del joven Samuel y de la visita nocturna que le hizo Dios me pregunto lo mismo, ya que nunca he escuchado a Dios hablándome en voz alta. Sin embargo, él me habla de manera continua. Suena contradictorio, pero no lo es; para nada. Dios nos habla de diferentes maneras.

Una noche mis padres y yo viajábamos de regreso a casa tras visitar a mi hermana en la universidad. Por algún motivo había numerosos vehículos en la carretera, lo que nos obligó a viajar en una apretada caravana durante muchos kilómetros. Yo estaba durmiendo en el asiento trasero, cuando de re­pente me desperté con mucha sed: «Papi, ¿podemos parar en una gasolinera? Me muero de sed», dije.

A mi papá no le gustaba detenerse en ninguna parte cuando viajaba. De repente observé una luz en la ventana de una cafetería que me llamó la atención: «Allí, papi —exclamé—. Ese lugar está abierto. ¡Mira la luz!». Mientras mi padre abandonaba la carretera y se estacionaba, mi mamá le dirigió una mirada risueña que parecía decir: «Ya te convenció».

—Voy a ver si están abiertos —dijo mi papá.

Después de caminar alrededor del edificio, regresó al auto.

—Podría jurar que vi luces cuando nos detuvimos, pero este negocio parece que lleva varios meses cerrado.

—¿Y las luces? —pregunté quejosamente.

—No hay ninguna luz. Debe de haber sido un reflejo —dijo papá mien­tras subía al auto y regresaba a la carretera.

Me había acurrucado de nuevo en el asiento cuando vimos unas luces rojas intermintentes. Se había producido un accidente con siete autos. Cuando pasamos por el lado del tercer auto —el que estaba más gravemen­te dañado— todos suspiramos. Unos minutos antes, aquel auto había esta­ba detrás de nosotros. Nosotros hubiéramos sido aquel tercer auto de no ser por una misteriosa luz. Dios utilizó mi sed para librarnos del peligro.

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