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jueves, 4 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 4, 2014

Un sueño cumplido


“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Mateo 21:22



El año 1969 tuvo un signi­ficado especial para noso­tros. Mi padre era un co­nocido agricultor, único adventista de su familia e incansable lucha­dor por el bienestar espiritual y material de sus hijos. Mamá aún no había aceptado a Jesús.

Uno de los anhelos más grandes de mi padre era que todos sus hijos com­pletaran sus estudios superiores en una institución cristiana, pero los medios económicos no nos permitían ese privilegio. Sin embargo, la fe de mi papá y su confianza en Dios siempre prevalecieron. Jamás dejó de poner sus planes en las manos del Señor.

Ese año, papá sembró 36 hectáreas de garbanzo y en la cosecha obtuvo el 100% del rendimiento. Todos estábamos contentos y agradecidos. Esa cosecha mejoraría nuestra alicaída economía. Comenzamos a hacer planes para el futuro, pero como el enemigo no duerme, nos puso muchos obstáculos en el camino: la deshonestidad de los socios agricultores, la incomprensión de los acreedores bancarios, etcétera.

Un sábado, cuando salíamos de la iglesia, papá recibió la noticia de que su socio se había llevado toda la cosecha, ¡sin dejar ni siquiera un kilo de garbanzos! Entonces comenzó el calvario. Mi padre se puso triste hasta las lágrimas, pero Dios tenía un plan para nosotros, él conocía el sueño de mi padre. Casi de inme­diato mis dos hermanas mayores recibieron una invitación para trabajar como profesoras en una escuela adventista. Ese mismo año yo partí para el Colegio Adventista Unión, en Lima, y pude trabajar como alumna becaria. Mi padre seguía poniendo todo en manos de Dios, cuando de repente llegó la esperada respuesta.

Después de muchos trámites administrativos y judiciales, mi padre recuperó legalmente las tierras con título de propiedad a su nombre. Entonces comenzó un gran cambio. Llegó un momento cuando los cinco hijos y una cuñada está­bamos estudiando en lo que hoy es la Universidad Peruana Unión.

Amiga, cuando la educación cristiana sea un sueño para ti y tus hijos y no cuentes con los medios para lograrla, reclama la promesa de Mateo 21:22. El Señor te responderá, pues esa educación no es solo para esta vida sino para la eternidad.

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